Cómo limpiar viejas memorias relacionadas con los abusos del hombre hacia la mujer

Al hilo del un post que publiqué relacionado con el tema de los abusos, ha surgido la cuestión de cómo limpiar todas las memorias asociadas a este tipo de vivencias. Tal vez el primer paso sea entender el sustrato que subyace en las raíces de estas experiencias.

El caso es que tenemos un cactus en la superficie (el abuso), y no nos gusta porque pica. Y además es de los que, si te rozan te deja como recuerdo unos pinchitos de esos que se te clavan en las costuras del alma. Me vienen a la mente unos escritos de Nassim Haramein en los que comenta que la Ciencia, pero también todas las demás disciplinas, han dado hasta ahora mucho más énfasis y protagonismo a la expansión, en detrimento de la contracción. Estas son sus palabras textuales:

“I found the logic in which there was an internal universe and an external universe, there was something going in and something going out and that two generate boundaries and that boundary is what we experience as reality. In our society the tendency is to spend a lot of time analyzing what´s out and very little time analyzing what´s in, it´s all based on expansion, on explosion, on radiation; very little is based on contraction, on going towards the center, on implosion, and to me there had to be a direct relationship”.

“Es decir que hay cosas que ocurren por dentro y cosas que ocurren por fuera y ambas generan fronteras, y eso es lo que experimentamos como realidad. En nuestra sociedad, la tendencia es dedicar mucho tiempo al análisis de lo que ocurre por fuera y muy poco a lo que ocurre por dentro. La mayoría de los estudios están basados en la expansión, en la explosión, en la radiación, pero muy pocos en la contracción, en el camino hacia el centro, en la implosión, y siendo que ambas cosas guardan una relación directa”.

Ahí está el quid de la cuestión. Dicho de otro modo, nos hemos dedicado a medir, pesar, analizar, fragmentar, desmenuzar y observar con microscopio electrónico el mundo exterior, el oleaje de la periferia, convencidos como estábamos, de que allí se situaba toda la trama de la película, toda la emoción, toda la chispa. Y hemos invertido todo nuestro capital impulso en cabalgar sobre hermosos alazanes, sobre los negocios humanos, sobre las mil y una distracciones que nos ofrece Maya, sobre las mil y una atracciones de lo que algunos han llamado la gran feria de vanidades, vendiendo nuestra alma y nuestros derechos de primogenitura (como hiciera Esaú en el relato bíblico) por un plato de lentejas.

Y nos hemos quedado tan embobados por este espectáculo exterior que hemos olvidado, relegado, aparcado, menospreciado, ninguneado y marginado el universo interior. En tiempos de Torquemada incluso se vilipendió, encerró, agredió o quemó a quienes –la mayoría mujeres- osaban izar la bandera de la conexión con este universo interior  porque amenazaban con desmontar pieza por pieza el mecano de la dualidad.

En términos psicológicos, podemos decir que el Yang abusó del Yin, que el macho cabrío de la psique, ese que se perfuma con Ô de testosterone, ha aplastado a la damisela, la princesa, a la diosa. O sea, que el afán por conquistar el mundo exterior ha aplastado la sensibilidad, la delicadeza, la dulzura, la amabilidad, la capacidad de sentir lo que siente el otro, de conectarse con el alma, con el mundo celular, con la fuente de la creatividad, se saber expresar los sentimientos.

En términos simbólicos podríamos decir que la Atlántida aplastó a la Lemuria, dos continentes que se han transformado en arquetipos de la psique humana. Y esa aniquilación de un continente psíquico a manos de otro no sólo ha sido realizada por hombres, sino también por mujeres. Mujeres que han perdido todas las coordenadas que les permitían establecer un diálogo con su diosa. Mujeres que han permitido que el macho cabrío que mora en su interior invadiera el terreno de su esencia femenina.

El Yo masculino es el que emite, decide, actúa, avanza, horada nuevos territorios, pero si lo hace sin contar con la intuición, imaginación, inspiración que le permite recibir instrucciones del cuartel general de su ser, acaba teniendo el aspecto de esos combatientes que vuelven de una contienda que les ha dejado los intestinos colgando de las orejas, el hígado en los pies y el corazón sangrando.

Jung lo explicó de forma muy clara, todo lo que no captamos por dentro acaba saliendo por fuera en forma de circunstancia o fractal (imagen auto-semejante). Cuando el abuso del Yang se repite o se cronifica una vida tras otra, en la psique de una mujer, genera a veces la necesidad de que ese macho dominante traspase las fronteras de su universo interior y se encarne en la figura de un hombre que no le dispensará el mejor de los tratos.

Volviendo a lo que decíamos al principio, tal vez la mejor forma de limpiar esas viejas memorias sea, sencillamente, grabar nuevas vivencias en las que se dé más cancha al universo ondulatorio, equiparándolo al mundo corpuscular. O sea, un fifty fity entre dentro y fuera, entre femenino y masculino: meditar mucho.
Existe un arquetipo en la psique capaz de equilibrar ambos mundos, es el Yo crístico, su contrapartida femenina es María Magdalena. Si una masa crítica de seres humanos diera ahora mismo un paso en esta dirección, los casos de maltrato a mujeres pasarían a ser historia.

A buen entendedor…

Soleika Llop

1 comentario:

Anónimo dijo...

La verdad que hay que admitir que tu blog es muy bueno en todo su contenido. El símil de los soldados echando los intestinos es la guinda del artículo. Yo lo diría así: cuando sales de un gimnasio tienes que salir relajado porque si te agotas entonces es señal de que algo no funciona.

Entradas populares