Talando el propio bosque

Esta es la continuación del ejercicio de Alquimia Genética que publiqué hace unos días bajo el título “Superando los miedos de forma genial”. Juan, el protagonista de la historia, sigue lidiando con sus sombras pero logra vencerlas. Es lo que algunas escuelas de metafísica llamarían enfrentarse al Guardián del Umbral. Ahí tenemos de nuevo un suculento intercambio con las fuerzas oscuras de la psique pero también con las fuerzas de la luz, que prestan su ayuda para que Juan levante de nuevo el vuelo.

Es, como el anterior, un auténtico lujo de ejercicio, por la valiosísima información que contiene. He de precisar que normalmente a través de la Alquimia Genética uno no suele conectar con sus sombras de forma tan cruda y directa, sólo he visto esta clase de diálogos en personas con un historial un tanto difícil. A veces, en casos muy recalcitrantes o de mucha resistencia mental, se hace necesario enfrentarse a la propia sombra de esta manera, pero no es lo habitual. Lo cierto es que ha dado resultado, y Juan está renaciendo de forma espectacular de sus propias cenizas ya que es un ser muy poderoso y profundo, que había olvidado completamente que lo era. Entre paréntesis, mis comentarios.

“Escenario 1: Aparezco en medio de un bosque de árboles muy altos. No aparece nadie. Estoy con mi guía y el avatar. Por el camino vienen unos leñadores. Es un lugar muy enmarañado (Juan está explorando las iniciativas que toma de cara a sus proyectos de futuro, esa era un área en el que había pocas esperanzas). Los leñadores se acercan con su hacha para cortar árboles. Se para y me preguntan:

- ¿Qué haces aquí?

Me quedo sorprendido, soy yo el que debiera preguntar

-¿A qué viniste? Me pregunta un hombre

- Yo: ¿pero dónde estoy?

Pido ayuda al avatar. Mi mente se vuelve loca. Los pensamientos van tan deprisa. Me cuesta calmarlos y escuchar.

- ¿Quiénes sois?

- Los guardianes del bosque (de esa parte enmarañada de su psique)

-¿Qué bosque?¿Dónde estoy?.

Todo mi cuerpo me empieza a doler, el corazón se me dispara (ese dolor está causado por las resistencias de Juan a dejar fluir esa información).

- Es un lugar al que tú nunca quieres ir, en el que no quieres encontrarte con tu verdad. Somos los que guardamos tus frustraciones.

- ¿Mis frustraciones?

- De haberte quedado encerrado en ti mismo, de no haberte sabido defender, de no haberte dejado guiar por tu intuición. Por no haberte quitado todos los prejuicios. Por no haber querido sentir de verdad, para hacer lo que querías hacer. La frustración por dejarte llevar por los demás, a pesar de tu genio y tus pataletas. Por haber cedido, anteponiendo lo de fuera antes que a ti mismo. Tienes que verlas todas, que volverlas a sentir, solo así podrás empezar a perdonarte.

Yo sigo plantado callado si decir nada.

- ¿Cómo podéis ayudarme?

- Si quieres, podemos empezar a talar los árboles, cada uno lleva un nombre, te ayudaremos a cortarlo y a arrancar las ramas, pero a cada uno le tendrás que poner su nombre.

- Yo: no es tarea fácil

- Nadie te ha dicho que lo sea.

Cojo temblando el hacha. En uno de los arboles aparecen unas letras, casi no puedo leerlas “nunca te miras” aparece en el árbol. Cojo el hacha y con un gran esfuerzo empiezo a talar, estoy llorando, está costando tanto. Ellos también me empiezan a ayudar. Solo se tambalea, la labor es más dura de lo que parecía. De repente una fuerza del interior me dice “ahora si” y con el último golpe que le doy empieza a caer, lentamente, hasta llegar al suelo.

- Bien -me dicen- pero ahora hay que seguir con el siguiente: “no te escuchas”
Las letras brillan y después veo otros árboles: “no te defiendes”, voy talando. De repente veo uno muy grande, gordo, hermoso con unas letras muy grandes que dicen “no te quieres”. Ahí el hacha ya no nos sirve, la sierra es lo mejor, uno por cada lado empezamos a serrar. Nos llevará un buen rato, pero seremos persistentes.

A medida que serramos y serramos, algunos de los arboles más pequeños, van cayendo. Empieza a entrar la luz en el bosque (es decir, en esa área de su psique), seguimos serrando. Empiezan a llegar los de mi pueblo celular, hombres, mujeres y niños, con antorchas para quemar la maleza, (ellos representan la ayuda que se le está proporcionando, desde su propia psique). El fuego hace que me estremezca, allí se está quemando parte de mi pasado, de cómo he vivido, de cómo me he sentido. Es una sensación extraña. Sigo serrando. A medida que se despeja el bosque, a lo lejos veo una casita, que sale humo de la chimenea.

Mi árbol gordo todavía no se ha caído pero me acerco a ver la casa. El Sol (de la conciencia) le da una luz increíble, hay jardincito delante de la casa con flores y plantas. La casa no es muy grande, pero parece muy sólida de piedra, con varias ventanas. Llamo a la puerta, sale una mujer muy pequeñita parece un gnomo, me hace pasar, tiene una taza con algo caliente preparada. Me siento.

-¿Quién eres?

- Soy una parte de tu esperanza, la que te llevará a cambiar este bosque por tierras de cultivo. (Juan ve la esperanza como un gnomo porque hasta ahora ésta era una parte muy pequeña de su psique, a la que él no daba mucha relevancia, ya que se encontraba desesperanzado, pero esa esperanza es capaz de proporcionarle alimentos y alforjas para el camino, y además eso le ayudará a cambiar la maraña que tiene en su cabeza por una realidad que dará buenos frutos: las tierras de cultivo).

La verdad es que esa mujer me da mucha tranquilidad.

-¿Cómo lo haremos?

- Sólo tienes que seguirte a ti mismo.

Le doy las gracias por todo. Nos vamos. Luego me voy a la cueva Shungit, el espíritu de la Shungit pone sus manos encima de mis hombros, empieza a recorrerme su energía por todo el cuerpo. Primero se vacía y luego su fuerza llena cada uno de los huecos que ha dejado. Me da una piedra y me dice que la lleve siempre conmigo, me irá sanando el espíritu por dentro y por fuera. Gracias. Me voy a la cueva de diamantes, me entran en el cuerpo las chispitas me estremezco. El espíritu del diamante me pone una corona de diamantes en la cabeza, dice que es para que me sienta a mí mismo y no me olvide del ser que llevo dentro.

Vuelvo al Escenario 1 para ver si se han producido cambios. El bosque está casi talado, el tronco gordo a punto de caer. La casa parece mucho más grande. Es primavera, la temperatura es ideal, el Sol lo ilumina todo. Dentro de la casa hay una mesa preparada para un festejo. Empiezan a llegar los de mi pueblo y los que me ayudaron en el bosque. Todos están contentos. Les doy las gracias de corazón. Estoy emocionado por lo vivido. (Ese es el resultado de los trabajos que Juan ha realizado sobre sí mismo, así de contento está su pueblo celular).

1 comentario:

Sibila dijo...

Es curioso Solëika, pero esas máximas o inscripciones que van apareciendo de modo paulatino y paralelo al proceso de talar cada árbol, recuerda o evoca a una memoria colectiva almacenada en su psique (pueblo celular), con reminiscencias al método de la confesión negativa que caracterizaba a los antiguos egipcios (y algunas que otras culturas que beben de ésta) en el jucicio del alma y de cara a un más allá.
A su vez, parece increíble cómo su pueblo celular le está inspirando sus mejores respuestas espontáneas y su gran fuerza interior (intuiciones certeras) a esta persona de cara al presente para ser capaz de generar y llegar así a cumplir unas óptimas expectativas de futuro.
Parece sacado de un cuento de hadas, solo que real, como todo lo de la TAG de Solëika.
Gracias.

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