Una Mujer Extraordinaria

Hoy recibí esta preciosa historia para celebrar el Día de la Mujer. Me emocioné al leerla, por la ternura que se desprende de las palabras de Cousteau al referirse a su esposa.

Me gustaría además añadir otra anécdota que me mandaron estos días en forma de PPS: Un día el Presidente Obama y su mujer Michelle fueron a cenar a un restaurante, él se sorprendió al ver que su esposa saludaba con mucha efusividad al dueño del restaurante. Ella le contó luego a su marido que este hombre –el del restaurante- había estado muy enamorado de ella en sus años mozos. Entonces Obama le dijo en tono jocoso: “Fíjate, si te hubieras casado con él, ahora serías dueña de un restaurante”, a lo que ella contestó: “No querido, si me hubiera casado con él, él ahora sería el Presidente de los Estados Unidos.” Me pareció genial.


Terminaba la década del 40, no era una época fácil en Europa. La 2da guerra
mundial había dejado a Francia en ruinas. Jacques Cousteau, un joven
oficial de la marina decide dar un vuelco a su vida. Con la ayuda de sus
amigos y un sponsor secreto, compra un viejo dragaminas fuera de servicio y
lo bautizó "Calypso". Renuncia a la marina y convence a un grupo de buzos
de acompañarlo en la gran aventura de recorrer los mares filmando los
fondos oceánicos.

Juntó sus ahorros y vendió su casa para costear el viaje, todo su pasado y
su futuro estaban puestos en ese viejo barco. Partieron rumbo al Mar Rojo
donde planeaban filmar su primera película. Al llegar anclaron el barco
cerca de la costa de Egipto y todos los hombres fueron al agua, en el barco
sólo quedó la esposa de Cousteau, Simone.

Mientras los buzos estaban en plena labor empezó una especie de tormenta.
Los buzos no pudieron volver al barco y tuvieron que nadar hacia la costa.
Desde ahí contemplaban al Calypso, que se sacudía con cada golpe de ola,
tironeando el cabo del ancla que se rompería inevitablemente. Cousteau
temía por su esposa, una mujer delgada que no tenía idea de barcos ni de
navegación. Los buzos presos de impotencia esperaban la rotura del cabo del
ancla para ver como todas sus ilusiones se hundían con el viejo buque.

El cabo del ancla se rompió en un estallido seco e inmediatamente se
escuchó el motor del barco que se ponía en marcha, viraba a babor y se internaba en el mar de frente a la tormenta. Al timón estaba Simone Cousteau y no parecía
estar dispuesta a dejar hundir el Calypso, como no sabía nada de náutica
decidió ir mar adentro, donde la no podría chocar con nada.

Ocho horas duró la lucha entre el viejo dragaminas y el mar, ocho horas
donde una mujer sola, que nunca antes había estado en un barco, sacaba
fuerzas de la nada para evitar que sus sueños y los de su esposo se
hundieran ese día.

Cuando la tormenta terminó llevó el barco hacia la costa, pero como no lo
sabía atracar y ya no tenía ancla, simplemente lo dejó flotar a la deriva
con el motor apagado esperando que los buzos, que miraban la maniobra desde
tierra, se acerquen a nado. Al llegar encontraron a una Simone sonriente
que, ante la sorpresa de todos, los recibió con café caliente.

Pasaron muchos años y el viejo dragaminas se convirtió en uno de los buques
oceanográficos más famosos del mundo, navegó por todos los mares y visitó
todos los puertos. Cousteau adquirió fama internacional. En 1980, durante
un reportaje, un periodista le preguntó si era difícil comandar el Calypso,
Cousteau contestó:"No si está Simone a bordo, ella es la cocinera, la madre
de treinta marineros, la que aconseja, la que pone fin a las peleas, la que
nos manda a afeitar, la que nos grita, la que nos acaricia, la peluquera a
bordo, nuestra mejor crítica, nuestra primera admiradora, la que salva al
barco de las tormentas. Ella es la sonrisa cada mañana y el saludo antes de
irnos a dormir. El Calypso podría haber vivido sin mí... pero no sin
Simone".

Una mujer que vivió entre cámaras y nunca se dejó fotografiar, no figuró en
ninguna de las enciclopedias del Calypso, se negó a ser vista en las
películas y la mayoría de gente nunca vio su cara.

En el día internacional de la mujer nuestro homenaje a Simone Cousteau... y
a todas la mujeres que luchan en silencio.

2 comentarios:

Pili dijo...

Soleika, me ha encantado tu artículo de hoy...
Realmente existen muchas personas que no hacen ruido pero su huella perdura a lo largo de los años... son las que sustentan la mayoría de las cosas... unas pocas se llevan las medallas... pero muchas son los que lo llevan a cabo y permanecen en el anonimato...
Un abrazo

Anónimo dijo...

Yo creo que esa mujer extraordinaria que revela ser la mujer de Cousteau es un símbolo apabullante del poder del "Yo" femenino que se encuentra en nuestro interior.
Yo creo que ese tipo de mujeres existen en la 3D y es aquella mujer que tienes a tu lado en cada instante del momento presente: una amiga, una compañera de trabajo, tu pareja, tu madre, una profesora como Solëika en una sesión de la TAG, la Madre María que tú eliges en la inducción, aquella mujer que te inspira, los arquetipos femeninos en los sueños que evocan las vidas femeninas que se han vivido (la sacerdotisa, la madre, la joven bruja, la esposa, la anciana sabia -como se ilustra en los libros de Seth-), etc.
Yo creo finalmente que las mujeres son las que mueven el mundo. ¡Y tanto...!
Estupendo e ilustrativo artículo.

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