La Luz Invertida

Al hilo de varias preguntas que me han formulado últimamente sobre estas cuestiones, he rescatado de mis archivos el texto de una antigua charla que di hace años. Espero que les sea de utilidad a los lectores del blog.“ Diablo viene del latín “diabolo”, que significa separativo, por lo tanto este término se refiere a una función.

Demonio vienen del griego “daimon”, que se traduce por ser de luz o espíritu iluminado. Los demonios son pues ángeles caídos, los que, bajo la batuta del ángel más hermoso del firmamento en aquel entonces -Lucifer- protagonizaron una importante rebelión cósmica. Pero se trata en todo caso de seres mucho más evolucionados que los humanos.Diablo es aquel que separa en partes lo que antes era unidad, pero no forzosamente es un demonio. Esta disgregación forma parte del proceso de la Creación. Existen dos grandes etapas en el proceso evolutivo: la etapa de Involución, que podríamos calificar de diabólica en el sentido de que arranca desde una separación de la unidad cósmica, y la etapa de Evolución, que sería el camino de la integración o conciencia global que lleva a la disolución del Yo...

Basándonos en el esquema del Árbol Cabalístico, diríamos que la Involución es el camino de Kether a Malkuth y la Evolución el que parte de Malkuth para llegar a Kether.Existen dos fuerzas básicas impulsoras del proceso creador: la de Atracción y la de Repulsión o bien, en términos más modernos: sintropía y entropía. La sintropía podría ser definida como una tendencia de la energía vital a encaminarse hacia un grado de mayor asociación, comunicación cooperación y conciencia. La entropía es lo contrario: la tendencia a disgregarse, a alejarse del centro. Atracción y Repulsión, sintropía y entropía, son expresiones dinámicas de los arquetipos maestros: Cristo y Jehová. La finalidad última del proceso disgregador y entrópico sería la máxima potenciación del Yo individual.

En cambio, la conciencia crística sería lo contrario, es decir el camino del amor, del interés por la colectividad, la potenciación del “nosotros”.La rebelión de Lucifer y sus huestes consistió en su decisión de no sumarse al cambio sugerido por los creadores –los Elohim- un cambio enfocado hacia la integración o formación de una conciencia global en detrimento de su individualidad fuertemente desarrollada. Lucifer y los suyos quedarían reconocidos como auténticos maestros en el arte de separar, pudiendo enseñar al hombre esta asignatura obligatoria para su proceso evolutivo. Porque antes de llegar a la conciencia global, o sea, al camino evolutivo, es preciso apurar del todo el proceso individualizador, alcanzar la máxima expresión del ego personal.

Este proceso, cuando se manifiesta a nivel de colectividades o de pueblos se traduce en un deseo de hallar sus propias raíces, de separarse de lo que no es genuino , de lo que es diferente de uno, de lo que no pertenece a la misma etnia, tribu o raza. Esto es precisamente lo que ha ocurrido en países como Yugoslavia, las repúblicas rusas, Ruanda o Somalia, por ejemplo. Para que aprendan a compartir armoniosamente los recursos de su nación con otras etnias, es decir para que trabajen la sintropía, tienen que afirmar hasta el último grado su individualidad y su identidad particular como etnia, tribu o raza. Lo lamentable es que tengan que hacerlo mayormente a través de la violencia.

Este fue el método empleado con el Cristo: aquellos que eran incapaces de vincularse consciente y voluntariamente con su doctrina se sintieron llamados por las fuerzas luciféricas a apedrear y dar muerte al Maestro. De esta manera, se creó un lazo kármico que les vinculó al Cristo y que hizo que en su siguiente encarnación (de ellos), fueran sus defensores incondicionales, dispuestos a morir o a ser devorados por los leones por la fe de Cristo. En los pueblos actualmente en lucha, cuando las personas no son capaces de entenderse por la vía del diálogo, un ardor interno inspirado por las huestes de Lucifer les impele a matarse y hacerse daño. De esta forma, logran establecer un vínculo kármico que les llevará a encarnar en la misma familia en una próxima existencia y así se verán obligados a amarse o al menos acercarse y soportarse.

De todo ello se deduce que la función demoníaca no es tan negativa como normalmente suele concebirse, simplemente constituye una ayuda para evolucionar cuando uno no sabe hacerlo de otro modo. La visión maniquea bueno-malo es típica de la etapa de Involución, mientras que en la etapa de Evolución, desarrollaremos la visión global, no dual.La función diabólica era necesaria para pasar de la unidad a la diversidad, de la esencia a la forma, de la onda a la partícula, no es perversa, sino necesaria. Lo que sí es perverso, es decir contrario a las leyes de la Creación, sería permanecer para siempre anclados en la entropía, es decir en el proceso de disgregación.

Buscar seguridades en todo lo que fortalece el Yo es la alternativa de Lucifer.Toda o casi toda la organización actual de la sociedad está montada con criterios que podríamos calificar de diabólicos, por cuanto llevan a la separatividad: la competitividad, el sistema capitalista, la sed de poder, la codicia, la tendencia a considerar el globo terráqueo como algo creado exclusivamente para nuestro uso, abuso y disfrute. Quienes comulgan con esas ideas están en la nómina del anticristo, del “diávolo”.

El diablo es sobre todo un impulso, un arquetipo que flota en el espacio esperando ser captado por alguien que le dé forma. Este arquetipo se cristaliza cuando los seres humanos se prestan a ser vehículos para su manifestación. El anticristo no es un ser aislado aterrador con un tridente en la mano y fuego en la boca, sino que somos todos nosotros cuando perpetuamos las actitudes mencionadas, el anticristo es pues un colectivo formado por seres humanos que personifican la dinámica diabólica”.

Soleika Llop