Me gustaría compartir hoy una preciosa auto sanación realizada a través de un ejercicio de Alquimia Genética. La persona está explorando una Capa de su ADN sutil en la que se encuentran los valores que ella obtiene a través de la introspección, de las catarsis, de los regalos que la vida le hace, del amor que recibe de los demás, entre otras cosas.
En esta parte de su psique hay un campo de trigo maduro, es decir que hay una buena cosecha preparada para ser recogida pero ella no se fía demasiado, es decir que no se acaba de creer del todo que pueda obtener valores a través de los contenidos mencionados. Ha logrado realizar unos ejercicios meditativos extraordinarios que le han aportado una notable elevación de conciencia pero su parte mental aún ofrece alguna que otra resistencia. Como consecuencia de esta falta de confianza, su pueblo celular se esconde. En cuanto se da cuenta de que estaba siendo demasiado rígida, salen de sus escondrijos..
En esta parte de su psique hay un campo de trigo maduro, es decir que hay una buena cosecha preparada para ser recogida pero ella no se fía demasiado, es decir que no se acaba de creer del todo que pueda obtener valores a través de los contenidos mencionados. Ha logrado realizar unos ejercicios meditativos extraordinarios que le han aportado una notable elevación de conciencia pero su parte mental aún ofrece alguna que otra resistencia. Como consecuencia de esta falta de confianza, su pueblo celular se esconde. En cuanto se da cuenta de que estaba siendo demasiado rígida, salen de sus escondrijos..
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En una parte fortificada, y por tanto muy a la defensiva, de su psique descubre a un yo femenino, a unas cualidades receptivas/intuitivas que estaban prisioneras en la cárcel de sus miedos. Miedo a recibir demasiado amor, miedo a que la vida le haga demasiados regalos, miedo a lo que podría encontrar si profundiza en la introspección, miedo a surcar los abismos que podría descubrir a través de una catarsis profunda etc… Estos miedos impregnaban de forma holográfica todo el resto de su pueblo celular.
En una parte fortificada, y por tanto muy a la defensiva, de su psique descubre a un yo femenino, a unas cualidades receptivas/intuitivas que estaban prisioneras en la cárcel de sus miedos. Miedo a recibir demasiado amor, miedo a que la vida le haga demasiados regalos, miedo a lo que podría encontrar si profundiza en la introspección, miedo a surcar los abismos que podría descubrir a través de una catarsis profunda etc… Estos miedos impregnaban de forma holográfica todo el resto de su pueblo celular.
En un extraordinario acto de auto sanación, esta persona saca a la mujer de la celda y al pronunciar el nombre hebreo de la Capa correspondiente de su ADN, ve a la mujer sanada, vestida de novia. Es decir, preparándose para la celebración de las bodas alquímicas entre el Yo femenino y el Yo masculino de esta Capa. Es decir, su capacidad de ser/sentir y de hacer o dicho de otro modo, su capacidad para generar nuevos valores y su capacidad para recibir valores y percibir y evaluar los que le aportan los contenidos mencionados al principio.
Tras esta sanación, se lleva al pueblo correspondiente a la Nueva Jerusalén, es decir, hacia ese estado de conciencia en el que todas las tendencias que pertenecen la Capa que se está trabajando se unen y obedecen al Yo divino. Y ahí se celebra una gran fiesta. Este es el relato de su aventura:
“Mi guía en esta ocasión es Miguel. Primer escenario: Me veo ante un campo de trigo maduro Lo atravieso, con cierto recelo de que todo sea tan guay. Voy por una vereda que hay al término del trigal junto a una arboleda, es un bonito paisaje pero yo “no me fío”. Llamo a mi pueblo celular pero nadie responde. Sin embargo la vereda por la que voy me da la certeza de que es un lugar habitado y transitado. Me doy cuenta que es mi propio recelo el que entorpece la situación. Les vuelvo a llamar y disfruto mientras del paisaje que es muy agradable. Empiezo entonces a oírles, bromean y hacen como que se esconden.
Están jugueteando conmigo, así que acepto el juego… en ese momento me doy cuenta de que estaba abordando la situación con demasiada rigidez… de un brinco y haciendo piruetas saltan al camino y se sitúan ante mí. Es un grupo muy variopinto de personas, con algo en común, son naturales y desinhibidos, pero un poco “saltimbanquis”. Les veo diferentes pero compenetrados. Reclamo la presencia del jefe que se encuentra con ellos y le manifiesto mi alegría por lo que estoy viendo, pero presiento que también puede haber algo que no me guste tanto y le digo que me conduzca hasta ello.
Entonces me conduce a una especie de fortificación donde hay una celda. Allí se encuentra una mujer idéntica a mí, pero muy deteriorada, me reconozco en ella a mi pesar. Ella tiene miedo a ser feliz, por temor a perder después. Su celda no está cerrada, ni ella está atada. Le pregunto por qué no sale de allí… Ella es la parte triste que los otros miembros del pueblo no han querido reconocer en ellos mismos… en cierto modo actúa como chivo expiatorio. Convoco al resto del pueblo y sacamos a la mujer de la celda. Pronuncio el nombre de la capa y veo a la mujer sanada, ahora es más joven y está vestida como de novia el resto también ha mejorado, la alegría que manifestaba antes el pueblo era un poco escandalosa, como de comparsa, ahora tienen una actitud alegre pero más serena.
Todos dan las gracias, ahora saben que son un pueblo completo y unido. Nos dirigimos a la ciudad de cristal. Allí hay un clima especial de reencuentro y todos se abrazan. Hacen una fiesta un tanto especial. Hay ricos manjares, pero los degustamos muy lentamente de forma que el sentido del gusto adquiere otra dimensión, más sutil y a la vez más profunda. Hacemos lo mismo con el baile y la música de forma que gozamos de la fiesta de una forma distinta, es como si uniésemos los sentidos con el espíritu… me quedo un poco disfrutando de la situación. Doy gracias a los maestros y vuelvo a mi habitación. "
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