Crónicas Andinas 2009 Parte 7

Emulando a Grouxo...

La última anécdota de mis aventuras andinas no tiene desperdicio…o es puro desperdicio, según cómo se mire. Mis compañeros de viaje se empeñaron en llevarse de Perú todo lo necesario para poder realizar en España el ritual del Agnihotra: la pirámide, los utensilios de cobre, la ghee (mantequilla especial)…y la bosta, o séase, las galletas de excremento de vaca vegetariana.

Un amigo español que hizo el mismo viaje, aunque en diferentes fechas, nos había contado que al pasar los controles del aeropuerto lo rodearon cinco policías y le ordenaron vaciar todas sus maletas porque los perros habían olfateado algo sospechoso. Se trataba de unas alpargatas de paja que los perros confundieron con droga. Teniendo en cuenta esta anécdota, mis compañeros se dirigieron hacia un vigilante del aeropuerto de Lima con la intención de declarar su alijo…de boñigas de vaca (que son el combustible para el Agnihotra). El vigilante, con cara de alucinado, les envió a unos policías, y otra vez el mismo cuento. ..

Estos se sacaron el “muerto” de encima, aguantándose la risa, y dirigieron a mis amigos hacia la una mujer que llevaba los scanners de control. Al enterarse de lo que llevaban en la bolsa, la mujer les espetó: “¡ No, por favor, no abran la bolsa, qué asco, no la abran!” y mis amigos diciéndole “No se preocupe, no huele a nada” y la otra “no, por favor, vayan pasando pero no me la abran que me da mucho asco”. Al final los de control decidieron sacarles una foto a las boñigas para prevenir cualquier problema con la aduana española.

En resumidas cuentas, Groucho Marx no lo habría hecho mejor. No fue una escultura precolombina lo que intentaron sacar del Perú, ni un vestigio sacado de alguna tumba inca, sino unas simples boñigas… Al subir al avión, casi teníamos agujetas en el estómago de tanto reír.

Lo más curioso, al regreso de Perú, son los efectos colaterales que se producen en las terapias. El año pasado, al volver, me encontré con varios pacientes que me describieron, dentro de sus terapias, el Lago Titicaca y su ciudad subterránea, sin haber oído hablar ni del Lago, ni de Perú, y mucho menos de una civilización intraterrena por aquellos lares. Pacientes que ni siquiera conocían mi blog antes de la terapia.

Este año he podido observar, en los dos primeros casos que he atendido desde mi regreso, algo muy similar. Una persona, al preguntarle por su pueblo celular, me dijo que era todo llamas (unos animales que abundan en el Machu Picchu). Le pregunté si estaba visualizando el Machu Picchu, me contestó que no sabía lo que esto significaba pero que los maestros le decían que sí, que se encontraba allí. Y otra persona, en uno de sus ejercicios, me contó lo siguiente:

“Estoy en un paisaje montañoso. Estoy en un prado de hierba y flores. Hay multitud de flores. Me encuentro con un pastor que conduce a su vaca monte arriba, hacia los pastos. Me dice que el pueblo sigue un poco más abajo. Llego hasta el pueblo y reúno a sus habitantes, en la placita. Se dedican a producir mantequilla de vaca, y ghee, pero viven demasiado aisladamente, que necesitan contacto con gente con más cultura y conocimientos. Hay una ciudad no muy lejos, pero hace mucho tiempo que no vino nadie por allí, y el camino es como si no existiera. Viajo hasta la ciudad, y allí me entrevisto con el jefe, es un personaje rígido como un militar. Me dice que los habitantes de la aldea son ignorantes, y que no merecen conocer los inventos ni la cultura.

Los habitantes viven un poco agobiados por la contaminación y el estrés. Nos proponemos hacer una sanación, una limpieza en la ciudad. Desde el pueblo traemos estiércol de vaca, que tenían en cantidad, y en la afueras de la ciudad hacemos una gran hoguera. Colaboran todos los del pueblo y los de la ciudad. La hoguera eleva un humo que limpia el aire de la ciudad. Con la varita pongo polvos, esencia de poesía para que impregne el aire de la ciudad. Los de la ciudad necesitan del pueblo para aprender a estar más en contacto con la naturaleza.

Los del pueblo les necesitan para acceder a los inventos modernos y el progreso, y para tener cultura y conocimientos. Hacen ghee, que con la ayuda de los de la ciudad pueden llevar ahora a países lejanos. Los de la ciudad necesitan armonía con las montañas y la naturaleza del lugar en donde viven, un país muy montañoso, necesitan a los del pueblo para estar en contacto con esa armonía.”

En ese pueblo psíquico había mucha división, una parte está muy cercana a la naturaleza y otra está sometida a cierto estrés. La mantequilla o el aceite simbolizan la flexibilidad, la fluidez necesaria para “engrasar los ejes” y hacer que todo funcione como debe en esta psique. Utilizar estiércol de vaca simboliza el recurrir a la naturaleza profunda, a las riquezas de la Pachamama y sus pobladores. El fuego simboliza la purificación que esta psique necesitaba.

Es muy hermoso que la parte más cercana a lo natural reconozca que necesita acercarse y colaborar con la otra, la que entiende más de tecnología. Y que esta última reconozca las ventajas de estar más en contacto con la naturaleza profunda. Esto equivale a unificar la psique, gracias a ello, todo lo que emprenda esta persona tendrá mucha más fuerza. Pero lo más curioso es que esta persona, cuando le pregunté si había oído hablar del Agnihotra, me dijo que no tenía ni idea de lo que era. Y entonces entendí que, de la misma manera que el año pasado me llevé los códigos lumínicos del Lago Titicaca en mis “maletas”, este año me llevé los del Agnihotra.

Y es que cuando uno visita un lugar, automáticamente queda impregnado de sus códigos energéticos. Gracias a ello, se pueden realizar posteriormente trabajos lumínicos a distancia, relacionados con estos mismos territorios. Así que cabe decir que los mayores beneficios de este tipo de viajes, nos los encontramos al regreso, suponiendo que sepamos aprovecharlos.

En Perú, me levantaba todos los días a las cinco de la mañana, porque a esta hora amanecen y los vendedores ambulantes de pan empiezan su concierto, con megafonía incluida : “Paaaaaaan fresco, paaaaaaaaan fresco, paaaaaaaan de leña”. Los coches se alíaban con ellos en el acompañamiento musical, pitando por cualquier motivo. Allí es como si los coches hablaran, pero a través del claxon, se dan los buenos días unos a otros con pitidos, o se piden el paso, o anuncian que llegan a todo trance en un cruce plagado de vehículos y sin intención de frenar. Y así las cosas, uno opta por despertarse, porque no queda otra opción. Esto, naturalmente, nos pasó en Ica y en Lima, no en los paraísos que hemos visitado.

Pues como decía, allí apenas si dormía cinco o seis horas y aquí me está pasando lo mismo. Me acuesto la mayoría de días a las dos de la mañana y a las siete ya no tengo sueño. Me pregunto si serán los efectos tardíos del jet lag o si es que realmente aún estoy en Perú a nivel energético. Una tercera posibilidad es que este sea otro efecto colateral del viaje, el disponer de un enorme caudal energético.

Y hablando de paraísos, me gustaría no dejar de mencionar el más hermoso y grandioso de todos los que hemos visitado, el Hotel El Cantayo (www.hotelcantayo.com). Fuimos amablemente invitados por sus dueños, Enzo Destro y Lucía Sabadín, su esposa, a pasar veinticuatro horas en las instalaciones de esta gigantesca finca. Los conocí el año pasado porque ambos se interesaron por la Alquimia Genética.

Y hemos podido disfrutar de sus jardines, de su inmensa piscina, de su paz, de la belleza del lugar, de sus árboles centenarios, de su zoológico y ante todo de la amorosa acogida de nuestros anfitriones. Y qué decir de los manjares que nos sirvieron, un auténtico regalo para el paladar, creo que nunca en mi vida he llegado a saborear un pescado tan suculento. Sin desmerecer a los cocineros del Hotel El Carmelo de Ica, que tampoco se quedan mancos a la hora de elaborar manjares deliciosos.

La principal característica de El Cantayo es que todos los productos, salvo la carne y el pescado, son cultivados en la misma finca, sin productos químicos de ningún tipo respetando las normas de la biodinámica. Otra cosa que me llamó la atención es que los dueños celebran todos los días rituales de Agnihotra con todos los trabajadores del Hotel, lo cual contribuye a purificar el ambiente y a mantener cierta unión y paz interior entre los miembros del personal, además de ayudarles a elevar su conciencia ya que también les invitan a meditar.

Nos quedamos con las ganas de prolongar nuestra estancia en este idílico lugar, muy cercano a las líneas de Nasca. Lo recomiendo fervientemente a cualquier persona que necesite desestresarse, meditar o simplemente alejarse del mundanal ajetreo pero agasajando su paladar.

Soleika Llop
http://abriendoconciencia.blogspot.com

1 comentario:

ana dijo...

que buenoooo!!! me hubíera encantado veros en tall envergadura , je , je!!!
en cuanto a donde estas ahora....seguro estas en todas partes y claro que tu nivel energetico se empapa de codigos , pero como conectas tan profundo con las almas de las personas , todos te llebamos en nuestro interior.....así que normal que te sientas entre dos mundos...si allà se habran enamorado de tí!!! y aquí te extrañamos tannnntoooo!!!
El poder del pensamiento , la gratitud....( TODO ESO K FUNCIONA COSMICAMENTE , JE , JE) tu estas en todos nosotros , porque das mucho. te quiero , Ana

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