Sanando viejas historias familiares

Me gustaría contar hoy la historia de Rosa (nombre ficticio), una mujer bastante entrada en años. Me dijo que no venía a consultarme por ella, sino por su hijo Raúl, de treinta años, que padece una esquizofrenia avanzada, hasta el punto que consiguió una pensión del estado por incapacidad permanente. El historial familiar de esta mujer era un amasijo de odios, rabias, frustraciones y resentimientos. Rosa odiaba a su madre, le había tenido unos celos enfermizos por ser mucho más guapa que ella, pero sobre todo por no haberla querido lo suficiente. Rosa odiaba también a su cuñada, por la que había sido estafada. El marido de Rosa, padre de Raúl, en vistas del panorama, optó por ahogar sus penas en Fino la Ina y acabó muriendo de una cirrosis...

Rosa, por otro lado, era una mujer muy sacrificada, heredó este patrón por vía materna, se pasó la vida cuidando enfermos y ahora le toca cuidar a su hijo Raúl, que está todo el día en casa, en cerrado en su habitación. Cuando sale de ella, pega unos gritos que traspasan las barreras del sonido. Ha visitado decenas de psiquiatras pero ninguno pudo hacer nada por él. Rosa vino desesperada, no sabía a qué santo encomendarse. En la primera sesión de terapia empezó a entender la actitud de sus padres, pudo comunicar con ellos de alma a alma (llevaban varias décadas fallecidos) y perdonarlos. En la segunda sesión logró perdonar a su cuñada y entender la experiencia que le había hecho vivir.

Lo curioso fue que, al llegar a su casa tras la primera sesión, Rosa me llamó entusiasmada contándome que Raúl (mientras ella estaba conmigo) había decidido llamar a unos anuncios del periódico para pedir trabajo. Luego le dijo a su madre que había pensado independizarse de ella y buscarse una ocupación. Y se lo dijo totalmente sereno, sin sus habituales estridencias, como si fuera una persona normal.

Él ignoraba que su madre había acudido a una terapia pero su alma lo captó y, de forma inconsciente, él decidió darle a su madre una prueba de que iba por buen camino. No es que se haya curado de la noche a la mañana pero inició una lenta mejoría. La simultaneidad con la que esto ocurrió hizo entender a Rosa que sus contiendas familiares tenían mucho que ver con el desequilibrio mental de su hijo. Él asumió inconscientemente este papel para evitar que los odios familiares se perpetraran y pasaran a la siguiente generación.

Soleika Llop

1 comentario:

Luis Antonio dijo...

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