El Poder curativo de las Crisis Parte II

Esta es la segunda entrega del resumen sobre el libro “El poder Curativo de las Crisis”.

71.- El estado de exaltación espiritual tras la irrupción de la luz puede durar un periodo más o menos largo pero a veces acaba por remitir. Como todo en el universo, la irrupción de la luz y del amor es rítmica., al flujo le sigue un reflujo. La personalidad fue inspirada y transformada pero puede ocurrir que su transformación no sea permanente o completa...

Lo más frecuente es que gran parte de los elementos de la personalidad vuelvan a su estado anterior. (Sí, pero puede que lo hagan desde un nivel superior de organización, ya no se parte desde la misma base. Es cierto que a la persona le irán pasando cosas muy similares, porque evolucionamos en espiral, pero lo hará desde un nivel de conciencia más elevado y por tanto las percibirá de forma diferente).

Según la cantidad de energía irradiada por el Yo superior, el nivel superior de organización puede llegar a estabilizarse. Suele mantenerse mientras el Yo supraconsciente sigue irradiando su energía. (En el caso de las terapias de Alquimia Genética, se mantiene el alto nivel de energía, y por tanto de gozo, alegría y felicidad interior mientras la persona sigue practicando en su casa con los ejercicios, mientras sigue meditando de vez en cuando y no abandona la conexión con su maestría interior).

72.- La integración superior alcanzada por la personalidad sólo se mantiene mientras la energía del Yo superior está siendo transmitida de manera activa. (Es lo que acabo de reseñar). Una vez que esta energía se retira, la personalidad vuelve a su estado anterior. Pero lo que permanece es un modelo ideal y un sentido de dirección que se puede utilizar para completar la transformación mediante sus propios métodos precisos.

73.- A menudo la energía transmitida por el Yo Superior no es suficiente para producir un nivel superior de organización, entonces esta energía es absorbida por los bloqueos y patrones ocultos que impiden al integración superior. Su efecto es el de energetizarlos y sacarlos a la luz, desde donde pueden ser reconocidos y enfrentados. En estos casos, la experiencia tiene habitualmente una cualidad dolorosa y su origen transpersonal a veces no es reconocido.

74.- A veces la reacción de la personalidad es tan intensa (cuando recibe, a través de una terapia o de una meditación o una intuición, una importante carga lumínica) que llega a producir que la persona niegue el valor e incluso la realidad de su reciente experiencia. Las dudas y la crítica penetran en su mente y se ve tentada a considerar todo el asunto como una ilusión, una fantasía o incluso como una intoxicación emocional.

Entonces la persona se vuelve árida, sarcástica, se ridiculiza a si misma y a los demás o incuso vuelve la espalda a sus aspiraciones e ideales mas elevados. Pero aunque lo intentase, no puede volver a su antiguo estado (esto es algo que a menudo he comentado diciendo que el conocimiento es como la mafia, uno puede entrar pero no puede salir); ha tenido la visión y su belleza y poder de atracción permanecen con ella a pesar de sus esfuerzos por suprimirlos. No puede aceptar la vida cotidiana como era antes, le asalta una nostalgia de lo divino que no le permite estar en paz. En algunas ocasiones la reacción puede ser tan intensa que se vuelve patológica, produciendo un estado de depresión o de desesperación.

También se puede producir una sensación de incompetencia intelectual, una parálisis de la voluntad acompañada de una incapacidad de actuar. (Dicho de otro modo, cuando uno ha probado las delicatessen de un buen chef, difícilmente podrá contentarse con un plato de fast food).

77.- En la fase de transmutación de la personalidad (que se logra por ejemplo a través de la Alquimia Genética), la persona experimenta una maestría cada vez mayor en tareas que antes le parecían superiores a sus fuerzas. Armoniza los diversos elementos de su personalidad en una unidad progresiva y esta integración le aporta mayor eficacia y más alegría. (esto es exactamente lo que he notado en los casos de personas que se han tomado en serio la Terapia y se han comprometido plenamente con su proceso de sanación o de despertar espiritual).

83.-. Existe una fase (en el despertar espiritual) en que el individuo puede mostrarse excesivamente apasionado, acariciando la ilusión de haber llegado a una realización permanente. Esta fase exige una advertencia diplomática (por parte del terapeuta o guía) de que su estado de beatitud es temporal, hay que indicarle las vicisitudes que aún tiene que atravesar en su camino. Cuando la persona sufre el bajón de su experiencia superior, si ha sido prevenida con anterioridad, puede evitarse mucho sufrimiento, dudas y desánimo.

86.- El estado de conciencia del Yo autorrealizado se caracteriza por la alegría, la serenidad, la seguridad interna, un sentimiento de poder tranquilo, una comprensión clara y un amor radiante.

89.- Las personas psicóticas son gente cuya experiencia total de vida está dividida porque tienen una conexión insatisfactoria con el mundo así como una relación fragmentada con su ser. Su retirada al mundo de las fantasías proporcionadas por el inconsciente es una huida de una realidad que ellos encuentran inaceptable. La ceremonia psiquiátrica del examen, el diagnóstico y el tratamiento invalida a los pacientes como seres humanos e interfiere en el potencial curativo de su propio proceso. (R.D. Laing, psiquiatra escocés).

97.- El proceso de entrar en el “otro mundo” desde éste y de volver a este mundo desde el otro es tan natural como la muerte y el nacimiento. Pero en nuestra sociedad actual, que es tan inconsciente y está tan aterrorizada por el otro mundo, no es sorprendente que cuando la “realidad”, la fábrica de este mundo estalla, y la persona entra en el otro mundo, ésta se halle completamente perdida y asustada y sólo encuentre la incomprensión de los demás.

(Me viene ahora a la mente lo tremendamente difícil que resulta para una persona –que padece un cáncer, pongamos por caso- intuitiva y consciente de sus propios procesos, convencer a su familia y entorno de que no desea que la irradien o que llenen su cuerpo de química, de que puede afrontar su patología desde la consciencia).

102.- De una manera u otra, la verdadera cordura supone la disolución del ego normal, ese falso yo competentemente adaptado a nuestra realidad social alienada. Supone la emergencia de los mediadores arquetípicos internos del poder divino mediante esta muerte y renacimiento, junto al restablecimiento posterior de una nueva forma de funcionar del ego, que éste se convierta entonces en el servidor de lo divino, dejando ya de traicionarle.

110.- La enfermedad constituye para nosotros una mancha sucia en el espejo impostor de nuestra megalomanía tecnológica, se ve como algo que emerge de una fuente hostil al cuerpo y por ello luchamos contra ella y contra el dolor. Continúa ignorándose el sufrimiento físico y psíquico como medio de alterar la conciencia y como fuerza de transformación y autocuración.

112.- La enfermedad es una llamada a la autorrealización, al autodesarrollo y, en casos extremos, a un tipo de iniciación chamánica. Existen muchos estudios sobre casos de vocaciones chamánicas reveladas a partir de una enfermedad. La persona de la que se apodera la enfermedad del chamán y no empieza a ejercitar el chamanismo, sufre mucho, puede incluso llegar a perder su mente.

113.- Un chamán ruso escribió lo siguiente: “El hombre escogido para ejercer el chamanismo es antes reconocido por los espíritus de los chamanes muertos, éstos hacen enfermar al elegido y le fuerzan a convertirse en chamán. (Actualmente, y con la información de que disponemos a través de la Astro Cábala, podemos aportar una nueva visión a esta cuestión.

Si una persona nace con un programa profundo ligado a la sanación y no utiliza correctamente su energía, ésta se le puede girar del revés, y hacerlo enfermar. Los dioses de los que hablan los aborígenes, las gentes de las tribus o algunos chamanes no son más que partes de nuestra psique. Se trata de procesos interiores, la confusión surge cuando la persona cree que se trata de la intervención de un factor externo, de un dios vengativo, o de una conciencia familiar o grupal inquisidora. Lo creemos así cuando estamos inmersos en la dualidad).

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