Crónicas Andinas IV

Unos días antes de visitar el Lago Titicaca, estando en Ica (Perú), hice una meditación en la que me trasladé a un palacio subterráneo situado debajo del Lago. Tenía grandes columnatas blancas. Percibí la presencia de doce seres con cráneos alargados y ojos ovalados. Les pregunté si deseaban transmitir algún mensaje y esas fueron sus palabras:

“La psique colectiva de los habitantes de este lugar en el que te encuentras, necesita ser sanada. Sería conveniente que tomaran conciencia de lo que supuso el terremoto en sus vidas, porque la mayoría no lo hizo. Es como si la sacudida hubiera dejado a muchas personas medio aletargadas. Este seísmo les invitó a proceder a una deconstrucción interior para reconstruir su vida sobre nuevas bases pero en vez de esto, muchos se han dedicado a recordar el momento del temblor una y otra vez como el mayor susto de sus vidas.

Numerosas personas han dicho que el seísmo les había ayudado a tomar conciencia del poder de las fuerzas de la naturaleza pero es importante que entiendan que éste es también su propio poder. Cuando uno no percibe las cosas por dentro, las acaba proyectando fuera. Los “tours de force” (es decir, las grandes sacudidas) de la naturaleza siempre son una dramatización/materialización de un poder interior que se desconoce e infrautiliza.

Cuando el fuego del núcleo divino de una masa crítica de personas quiere manifestarse y no se lo permiten, es decir cuando estas personas no toman conciencia de su energía lumínica y de lo que pueden hacer con ella, esta energía puede exteriorizarse por su vertiente contraria. Esto puede derivar en una manipulación o pésima utilización de la luz, de la capacidad de crear y conectar con el núcleo divino del ser, la consecuencia puede llegar a ser una erupción volcánica. A niveles psicológicos y personales, dicha erupción puede traducirse en una enfermedad, la pérdida de un ser querido, una vivencia traumática etc.. Pero cuando son muchas personas las que, de forma recurrente y en una zona específica, están desperdiciando su luz, las erupciones pueden ser exteriores y causar muchos destrozos.

Cuando lo que ansía aflorar en una zona determinada del planeta es la sensibilidad, la capacidad de amar, de sentir, de empatizar con otras personas y de captar sus emociones y uno no permite esta exteriorización, transformándola en estados pasionales, dejando rienda suelta al imperio de los sentidos y de los instintos más salvajes y primitivos, todo ello puede derivar en un tsunami o en grandes inundaciones. Nos referimos nuevamente a una colectividad.

Cuando lo que desea aflorar es la capacidad de comunicar, compartir ideas, de entender nuevos conceptos, de crear nuevas rutas neuronales que permitan a los demás avanzar más deprisa, de comprender el micro (la propia realidad) y el macrocosmos y se tapona dicho deseo. Cuando uno invierte esta polaridad transformándola en críticas, juicios, maledicencias, ideas extremistas, superficialidad, cotorreo, incontinencia verbal, la manifestación exterior de esta fuerza puede tomar –a niveles colectivos- la forma de un tornado o un huracán.

Y cuando lo que desea aflorar es la capacidad de construir marcos de convivencia o nuevas realidades, de organizar, ordenar la propia existencia, de crear nuevas estructuras, la capacidad de disfrutar de la vida y hacer disfrutar a los demás, de respetar a la Pachamama, conectando con ella para sacarle los mejores frutos, agradeciéndole lo que os aporta (eso incluye una actitud ecológica). Cuando lo que desea salir es la humildad y la capacidad de estar al servicio de la colectividad compartiendo todo lo que uno ha sacado de su paso por la vida.

Cuando todo ello se invierte y se convierte en codicia, en afán de estrujar a la naturaleza, cuando uno sólo piensa en el buen “comercio” y el buen “bebercio” y se instala la filosofía de “a vivir, que son cuatro días”. Cuando uno cultiva el apego al terruño y a las pequeñas posesiones, contentándose con lo que le ha tocado en el reparto sin aspirar a más. Cuando la propia tierra (la propia realidad) se vuelve yerma y no da los suficientes frutos como para contentar al espíritu, la exteriorización de esta fuerza puede provocar terremotos. No hace falta que sea toda la sociedad la que desaproveche sus potenciales, es suficiente con un número crítico de personas.”

Entonces me vino la idea de realizar una meditación:

- Imaginar que toda la energía del miedo, el temor, el pánico, la tristeza, la sensación de impotencia, rabia o ansiedad ligadas a aquel seísmo toma la forma de un ovillo negro que estaba en el corazón de cada persona.
- Imaginar que empiezan a sacar una punta del hilo y que tiran de él, enrollándolo por fuera, pensando en que se están despidiendo de todas esas emociones tensas, que ya no necesitaban aprender a través de estos contenidos.
- Imaginar que ya salió todo el ovillo y que cada persona lo sitúa en una hoguera de fuego violeta que transmuta y elimina todo este material
- Imaginar que cada persona tiene una esmeralda en su corazón, que ésta recibe los rayos de un potente Sol, se activa para acabar de cicatrizar las heridas de los corazones de todas las personas que padecieron el terremoto.
- Imaginar que todas estas esmeraldas se funden en una sola y la enterramos en la Plaza de Armas, que es el centro neurálgico de la ciudad de Ica (se puede hacer con el centro de cualquier ciudad)
- Imaginar que esta inmensa esmeralda está siendo activada por los rayos del Sol y que la fuerza de esta gema empieza a ser irradiada por toda la ciudad y que gracias a esa luz, toda la ciudad (que fue destrozada por el seísmo) se reconstruye, se llena de jardines, de flores, de color, desaparecen todos los escombros de las calles, la ciudad se transforma en un paraíso.

En el transcurso de uno de los Talleres que impartí en Ica, propuse el siguiente ejercicio, lo publico por si otras personas que hayan vivido la misma experiencia u otra similar desean realizarlo.

- Relajación, invocación a los maestros de luz
- Imagina que te sitúas en el día en que se produjo el terremoto, pero una hora antes de que la tierra temblara
- Preguntas a los maestros qué tienes que cambiar en tu vida, qué estructuras han de desmoronarse en tu interior para dar paso a nuevas edificaciones.
- Ahora imaginas que llevas a cabo estos cambios. Por ejemplo si te dicen que de lo que se trata es de ordenar tu casa (o sea tu psique) imaginas que lo estás haciendo, que limpias hasta el último rincón, que tiras todos los trastos viejos que no sirven, que la perfumas, le pones flores etc…Tienes que hacer mentalmente aquello que te hayan sugerido los maestros
- Ahora que ya has realizado estos cambios, el terremoto ya no es necesario así que imaginas que en aquel 15 de agosto del 2007 (fecha del último terremoto en Perú) no pasó nada, la tierra no tiembla, todo se ha quedado en su lugar, al menos exteriormente porque tú, en tu interior, has realizado importantes cambios.
- Imaginas pues que cada casa, cada iglesia, cada jardín, cada calle, se ha quedado en su lugar, el cambio por fuera ya no es necesario porque se ha producido por dentro

Este es un ejercicio muy sanador y concienciador para la psique colectiva en caso de terremoto pero se puede aplicar, cambiando sólo algún concepto, a cualquier desastre natural. Por ejemplo si se trata de un maremoto, la pregunta será qué emociones tenía uno guardadas en la recámara, en qué momento no ha sido capaz de amar o de compartir su sentir. Y lo mismo con las ideas en caso de tifón o huracán etc…

Y digo para la psique colectiva porque si un número suficiente de personas (por ejemplo 100 por cada millón) realizara este ejercicio, estaría ejerciendo una influencia sobre el hipercampo y por tanto ayudando a toda la colectividad a concienciarse. Esta meditación puede prevenir futuros desastres, o la repetición de la jugada (réplicas de terremotos, de tifones etc..).

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