Crónicas Andinas I

Sobredosis de Neptuno, carencia de Saturno

Esta podría ser, en pocas palabras, la síntesis de lo que pude captar en las tierras de Manco Capac (el fundador de la civilización Inca), en las que pasé todo el mes de octubre. Siete Talleres de Alquimia Genética, Ángeles y Sanación del arquetipo Madre y veintitrés terapias me han aportado una valiosa información sobre las luces y sombras de nuestros hermanos peruanos.

Neptuno representa (entre otras cosas) la parte de la psique que posee unos sensores capaces de captar olores, ruidos, voces, imágenes, sensaciones o informaciones que trascienden los cinco sentidos habituales, que se sitúan en dimensiones paralelas a la tercera que conocemos.

Saturno, en cambio, es el territorio psíquico en el cual se cultiva el orden, la organización, las leyes, las normas, la forma, el sentido de la responsabilidad, la constancia, la capacidad de construir edificios o marcos sociales.

Los peruanos son, por lo que he podido apreciar, gente extraordinariamente perceptiva e intuitiva, con un hemisferio derecho muy desarrollado. Sobran capacidades psíquicas pero les falta en muchos casos un marco, una dirección, un orden que permitan a dichas capacidades desplegarse con eficacia y sacar de ellas el máximo provecho. En ese sentido, podríamos hacer interesantes intercambios porque en Europa lo que sobra es hemisferio izquierdo y lo que falta es percepción, intuición y contacto con la naturaleza, con la Pachamama.

Tenemos además mucho que aprender de los súbditos de Manco Capac: su sencillez, su humildad, su frescura, su espíritu servicial. Sorprende el contraste existente entre lo alto que se cotiza el valor “ego” en Europa y su baja cotización en tierras peruanas. Lo deseable sería llegar a un equilibrio, que nosotros no nos sintiéramos como “salidos de la teta de Tarzán” (una expresión típicamente peruana) y ellos valoraran un poco más su rico potencial y sus orígenes en vez de minimizar lo suyo y ensalzar o subir a los altares todo lo que viene de fuera, una actitud que he podido observar a nivel general.

Varias personas me contaron por ejemplo que desde muy pequeñas tenían sueños proféticos. A veces soñaban que a sus familiares les iban a ocurrir cosas desagradables, entonces ellas volvían a entrar en el sueño, se situaban en el momento anterior a que ocurriera el suceso en cuestión e imaginaban otro final más agradable. Es decir que cambiaban la película para que aquello no ocurriera, utilizando, en algunos casos, sus influencias en el mundo angélico.

Puro Neptuno, pero qué contestaría Saturno si se le preguntara sobre la conveniencia de dicha práctica? Pues seguramente diría que uno no puede ni debe prestarse a llevar las “maletas” de sus allegados, por mucho cariño que les tenga, porque esto podría frustrarles de determinadas experiencias que su alma necesita para crecer. Cada ser ha de recorrer su propia senda y no es muy lícito que uno se proponga llevar en brazos a otro ser para ahorrarle la caminata, a menos que sea un bebé y no pueda valerse por sí mismo, evidentemente.

Una de las personas que tiene por costumbre percibir lo que va a ocurrir con sus allegados y cambiar los sucesos desagradables utilizando rezos e invocaciones a los ángeles se quejó de que a menudo se enfrenta con gente agresiva que la violenta y no la respeta. Comentó asimismo que sufría importantes altibajos en su economía. Estas gentes se limitaban a hacerle de espejo para que entendiera que ella estaba haciendo lo mismo: utilizar su magia personal y su maestría (inconsciente) para modificar/violentar la realidad de los demás, aplicando su personal criterio de lo que es bueno o malo para ellos.

Si un ser ha generado la necesidad de vivir un tropiezo, una enfermedad o un accidente y, haciendo uso de la magia, lo privamos de esta experiencia, no le estamos haciendo ningún favor y nos echamos un pesado fardo sobre las espaldas. Entonces, ¿cuál es la actitud adecuada? Podría ser por ejemplo entrar en meditación, situarnos mentalmente en el Mont Saint Michel, imaginar que tenemos delante a la persona en cuestión, invocar a nuestros guías o ángeles y pedirles que le hagan llegar a esa persona el siguiente mensaje: “Mi ser crístico saluda, reconoce, ama y respeta al Cristo que hay en ti. Mira, he percibido que existe una probabilidad de que te ocurra tal cosa, esta es una señal que tu alma pretende darte para que entiendas algo, le pido a mis guías que te manden la luz necesaria para que te llegue esta comprensión y puedas así evitar vivir en lo físico ese suceso que he intuido”.

Actuando de esta forma, la persona de nuestro ejemplo estaría utilizando convenientemente su caudal energético, y considerando que el dinero es energía cristalizada, se supone que su economía se equilibrará. Los problemas financieros son muy a menudo un derivado de la infra o pésima utilización de nuestro carburante energético.

Me contaron otra anécdota que ratifica que en Perú hay mucha magia, me hablaron de una abuelita de ochenta y cinco años que domina a los elementales. Un día sobrevino una gran inundación en el pueblo de Ica (a cuatro horas de Lima), en cuanto vio que al agua le faltaban dos peldaños para alcanzar el segundo piso de su casa, se tragó el miedo, se armó de valor, se cuadró y dijo (dirigiéndose al agua): “¡¡¡Pero qué haces aquí, éste no es tu sitio, ésta es mi casa, retírate inmediatamente!!! Y el agua se retiró ipso facto, sin dañarla ni a ella ni a sus enseres.

Me llegó también la historia de un dentista -muy amigo de la persona que me contó la anécdota- que tenía por costumbre viajar dos o tres veces al año a una aldea perdida situada en lo alto de una montaña, cerca de Arequipa, para atender a los aldeanos. Ejercía con ellos su oficio de forma desinteresada, sabedor de que aquellas gentes carecían de medios. Los hacía bajar a un pequeño valle, donde pasaba consulta, y curaba sus bocas. Él había establecido una ficha de cada paciente de manera que los tenía controlados y conocía las necesidades odontológicas de cada uno.

Un día, se fue al valle y esperó en vano a que bajaran los aldeanos, nadie acudió. Extrañado, el dentista decidió subir hasta la aldea para preguntar qué había ocurrido y comprobó anonadado que todos sus pacientes tenían una boca perfecta, con dientes nuevos, ni una sola caries, unas bocas con un aspecto inmejorable. Les preguntó qué había pasado y los aldeanos le contaron que unos gringos (término con el que designan allí a cualquier extranjero) que salían de detrás de unos cerros les habían estado sanando las bocas pero que no les podían dar detalles porque les tenían prohibido hablar con hombres blancos.

El contestó: “Vaya, ¿ésta es la confianza que me tenéis, después de tantos años cuidando vuestras bocas sin pediros nada a cambio? Decidles a vuestros gringos que eso no es justo, que quiero verlos”. Los “gringos” no accedieron a entrevistarse con el dentista, sin embargo le permitieron verlos y el hombre asistió, totalmente pasmado, a un desfile de naves extraterrestres de todas las formas y tamaños. La imagen duró unos segundos y se esfumó, el dentista casi se queda paralizado del susto. (continuará)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Interesante relato. Tocará esperar la continuación a ver qué pasó con los "gringos". Saludos.

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