De la ferocidad a la serenidad



Que la biocomunicación es posible, es algo que no me sorprende porque he podido comprobarlo en infinidad de ocasiones, se puede dialogar con minerales, plantas y animales, y ello debido a que cada especie está al cargo de lo que llaman en algunas escuelas un espíritu grupo, un ser de categoría angélica. Estos seres manejan lo que llamamos el instinto animal, el que permite por ejemplo a un ave regresar a su hogar tras un largo viaje. Pero nunca había asistido a una demostración tan patente de la existencia de esa biocomunicación como la que muestra este vídeo.


Este leopardo, al que todos consideran como la oveja negra del corral, y que sólo provocaba reacciones de temor a cualquiera que osara acercarse a él, solo necesitaba un poco de amor y de reconocimiento. Sin que ambos conceptos pudieran disociarse, porque el amor ya lo recibió, desde el momento en que fue liberado de su cautividad y depositado en un lugar espacioso en que no se le exigía que se exhibiera, ni nada semejante. Pero no era suficiente, él quería contar con el respeto de su entorno, que se reconociera su rango, su majestuosidad, su personalidad, su magnificencia. Esa falta de reconocimiento fue en parte lo que le perturbó y excitó sus peores instintos.

En cuanto se produce esta toma de conciencia por parte de sus cuidadores y sobre todo al verse liberado de la connotación negativa adscrita a su nombre, pasa de ser un felino perturbado y furioso a mostrarse como un gato relajado y tranquilo. Sabíamos de la importancia que tienen los nombres con los que designamos a un ser humano, pero hasta ahora pocas personas se habían planteado que un animal pueda tener sus preferencias a este respecto. Pasar de llamarle “Diablo” a “Espíritu” representa un salto cuántico en la conciencia de los cuidadores. Personalmente opino que el leopardo, más allá de sus preferencias, quiso, desde su impecable maestría, dar una lección a sus compañeros de camino. Y en realidad no fue el leopardo, sino el espíritu grupo/ángel que estaba detrás. Me recordó una experiencia muy similar que un amigo mío vivió con un halcón. 

Aparte de la honda emoción que provocan las imágenes de este vídeo, la extrapolación es casi inevitable. ¿Quién no ha topado alguna vez con un ser humano lleno de furia, de rabia o frío como un témpano? Y las claves para que aflojen siempre son el amor y el reconocimiento de su rango, es decir de lo que pretenden transmitir a través de su actitud, allende las apariencias y las máscaras (o  las más baratas) episódicas. No existe mejor remedio para aflojar tornillos encallados que ese “3 en uno” consistente en reconocer la maestría del interlocutor. Trátese de los illuminatis, de los poderes fácticos, de un político corrupto, de un amigo o de un familiar. Nunca vivimos nada porque sí. Todo en el universo está sometido a un orden muy preciso. El reto consiste en saber averiguar quién mueve los hilos detrás del decorado, como decían en el Show de Truman. A buen entendedor…
Soleika Llop

No hay comentarios:

Entradas populares