Caín versus Abel


Me ha dado por releer antiguos textos de mi padre y siempre que lo hago, me acabo extasiando ante la luz que llegó a desplegar, tanto, que a veces he sentido la necesidad de alejarme un poco de ella durante un tiempo para poder asimilar, vivir y experimentar todas sus enseñanzas. Creo que estoy en vías de poder conseguirlo, y me apetece compartirlas porque dan muchas pistas sobre todo lo que está ocurriendo ahora mismo en la sociedad. Hoy hablaremos de los hermanos enfrentados.

El relato bíblico no narra únicamente hechos históricos, sino que describe el proceso de desarrollo del alma humana en su camino de involución y evolución hacia sus fuentes divinas.


La Biblia relata que Caín mató a su hermano Abel, este crimen puede ser interpretado en el sentido de que la personalidad material o hermano mayor excluyó de su vida –dejó de vivificar- a la tendencia interior, la heredera de la luz, la que guarda contacto con lo divino, la voz de la conciencia, la que podía aportarle inspiración sobre la organización del cosmos. Muerta esta tendencia en él, Caín sólo se guiaría por el conocimiento que pudiera extraer de la experiencia y no reconocería otra verdad que la que se desprende de la práctica y la observación. Se trata de un camino pedregoso y árido en el que los “sherpas” son las fuerzas de involución, especialistas en la temática del “al revés te lo digo para que me entiendas”. Y cuando necesitamos de ese jarabe –del que se nutren aún la gran mayoría de los humanos- es porque, al recibir el mensaje del derecho, hemos hecho oídos sordos, como Pinocho, que se saltaba la valla del cole y desoía los sabios consejos de su padre Gepetto.

Hay personas que tienen más napia que Pinocho y Cyrano de Bergerac juntos, de tanto mentirse a sí mismas. Las fuerzas de involución, también llamadas los Maestros Perfiladores (les he dedicado un capítulo de mi libro Alquimia Genética) nos enseñan por la vía rápida, y nos dicen: “¿Quieres saber lo que es el fuego? Pues déjate de explicaciones filosóficas y mete la mano dentro, verás qué rápido te enteras”.
En efecto, el camino del dolor es mucho más corto que el de la gracia y la luz, puesto que el dolor nos aporta un conocimiento inmediato de una realidad que quizás hubiéramos tardado siglos en intuir sin la ayuda de la experiencia material. Y así aprendemos cuando transitamos por la senda involutiva, partiendo de la unidad, camino de la extrema fragmentación. En cambio, cuando le damos la vuelta al marcador e izamos las velas hacia la senda evolutiva, el hermano muerto resucita y las dos tendencias, vivificadas, empiezan a perseguir objetivos comunes. Quien realiza esa unión es el Cristo interior.

Caín es el hombre impulsado por sus deseos. La Biblia nos refiere cómo fueron sus descendientes quienes lo inventaron y descubrieron todo. Ellos forjaron los metales, construyeron todo tipo de inventos, crearon la artesanía, la música, el arte. La raza de Caín es, por excelencia, una raza de constructores, puesto que opera en la columna izquierda del Árbol Cabalístico, que es la que se ocupa de la materialización y de las formas.
Pero nada duradero puede edificarse basado exclusivamente en los poderes emanados de la izquierda. Es en la columna derecha donde se encuentra la raíz de la inmortalidad. Las formas, cuando no están vivificadas por la energía, no tardan en desmoronarse, por eso se desplomó la civilización de Caín, aniquilada en las aguas del Diluvio. La civilización cainita, ante diluviana, estaba basada en la eficacia y en una ciencia desprovista de conciencia. Me viene a la memoria una frase famosa cuyo autor no recuerdo: “Science sans conscience n´est que ruine de l´âme” (ciencia sin conciencia no es más que la ruina del alma).
Las formas cambian y la energía permanece, Caín morirá y resucitará bajo mil formas distintas pero Abel no puede morir, aunque pueda permanecer sin actuar, sin voz ni voto. Es cuando Caín, liberado de la voz de la conciencia crea y estructura el mundo según sus deseos. Caín es el que gana dinero, preside consejos de administración, mueve la industria, el que poluciona, experimenta y comete errores, es el que ha hecho del mundo lo que es hoy.

Mientras tanto, Abel actúa sigilosamente en el inconsciente, el hombre no detecta su presencia, para él, está muerto. Pero llega un momento en que sobreviene el diluvio y las aguas sepultan a Caín en lo más profundo del inconsciente. Este es el gran peligro que acecha a  los ejecutivos: el hundimiento de su razón en las aguas purificadoras del diluvio. Podríamos citar muchos ejemplos de hombres que dirigían negocios, industrias, bancos y que de pronto han visto oscurecerse su razón y convertirse en simplones. Los médicos dicen de ellos que han perdido la razón, es como si su inteligencia se encontrara sepultada bajo un alud de emociones. Están viviendo en su psique el episodio del diluvio universal.

Caín es el Transformador del Mundo, el que transforma, centraliza y se convierte en creador, mientras que Abel es el liberador, el que lleva a la superficie lo que está en el Centro, en el núcleo del ser. Caín es el "hombre" de Jehová, como Abel es el "hombre" de Hochmah-Cristo. Nassim Haramein diría que Caín representa el proceso de la extrema cuantización/división, según cuenta este investigador en sus escritos, el feed-back o retroalimentación entre lo interno y lo externo, es lo que dibuja la dinámica de todas las fuerzas de la naturaleza.  Abel es que vehicula hacia la periferia los tesoros de la singularidad o punto de densidad infinita.

Con el reino de Noé, Abel resucita, hablaremos de ello en una próxima entrega.

Soleika Llop

Estos textos han sido extraídos en su mayor parte del libro de Kabaleb Los Misterios de la Obra Divina y de La Interpretación Esotérica del Génesis.

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