Hoy he podido
comprobar una vez más la existencia de este continuum, es decir de la
interacción que se produce entre la realidad palpable y la noosfera, más
coloquialmente llamada “el otro lado de la cortina”. Estaba conversando con mi hermano
Tristán sobre una situación que estoy atravesando y que me estaba produciendo
cierto desasosiego. El me recordó muy acertadamente unas palabras que solía
repetir nuestra madre con insistencia: no te enganches a los hechos, a las palabras,
no te identifiques con lo que ocurre fuera de ti. Es algo que suelo recomendar
muy efusivamente a diestro y siniestro, pero cuando toca aplicarlo…ayyyy.
Pero si algo se nos
pide cuando alcanzamos determinados niveles de conciencia, es coherencia, no
podemos pregonar nada que no estemos dispuestos a poner en práctica. Es más, en
cuanto defendemos una idea con vehemencia, nuestro equipo angélico, que no se
pierde ni una, se las arregla para ponernos por delante la ocasión de
demostrarlo. Por ejemplo, si nos empeñamos en hablar de amor crístico, inmediatamente
un miembro del equipo, de esos que nunca duermen, que siempre están de guardia
(y que no piden pluses salariales), recibe el mensaje: “apunta, nene”.
Y entonces se las
arregla para crear un holograma, una situación 3D, en la que tendremos la
oportunidad de actualizar este potencial, de hacerlo palpable. Entonces los del
equipo llamarán sutilmente a la puerta de algún voluntario, de esos que forman
parte de nuestro elenco teatral, dispuesto a aceptar el incómodo papel de agente
kármico, y éste recibirá el encargo de pisarnos los juanetes, puede que incluso
con tacones de aguja, para ver si caemos, si somos capaces de amar al
susodicho, a pesar de… Y amarlo es comprender que el holograma lo hemos formado
nosotros, en alguna dimensión contigua al corazón cebollero. Porque, no cabe duda
de que nada se manifiesta en la periferia, en la última capa de nuestra “cebolla”
que no haya sido antes gestado desde el núcleo.
Bien, pues mientras
andaba enfrascada en la conversación con mi hermano, suena el interfono de mi
casa, interrumpo la conversación unos minutos y oigo: “Soy el técnico del
ascensor, ¿me puede abrir la puerta, por favor? Abro y vuelvo al teléfono, pero
unos segundos después, nueva interrupción, ésta vez llama directamente a mi puerta
y me dice: “Buenos días, me han avisado de que el ascensor hace ruidos
curiosos, ¿podría Ud. decirme exactamente qué ruido está haciendo?” El diálogo
era digno de los Hermanos Marx, porque con sólo llamar al ascensor él ya podía
comprobar el ruido sin tener que preguntarme nada.
Le describo el chirrido como
mejor puedo y vuelvo a coger el teléfono. Le cuento la anécdota a mi hermano y
nos entra tal ataque de risa que casi nos caemos de la silla, porque ambos
comprendimos la escena que me había montado mi equipo de “paquistaníes”, si,
ese que nunca descansa, que abre todos los días del año y todas las horas del
día y la noche sin interrupción. Y no cobran pluses salariales, y no se
manifiestan con pancartas ni montan piquetes, al menos aparentemente.
O séase, que en mi
proceso de ascenso, o de elevación, algo estaba chirriando. Y le comenté a mi
hermano: “¿Te imaginas que alguien –del club de los muggles- nos pregunta
porque nos estamos partiendo la caja y que le contestamos que es por un
chirrido del ascensor?” Pensaría que nos falta algún tornillo. El caso es que
entendí lo que chirríaba y estoy en vías de arreglarlo.
Pues eso, que
tengáis un feliz día.
Soleika Llop
4 comentarios:
WOW... Me encantó!!!
¿Sabes? Me recordaste "Los ángeles al alcance de todos". Me dieron tantas ganas de volver a leerlo, lo haré.
Como siempre, muchas gracias y te mando un abrazo con todo mi cariño.
Muchas gracias, Soleika. Me encantó la entrada, y además me ha sido muy útil aquí y ahora…. ;-)
Un abrazo grande grande.
Genial...me encanta este artículo.
un abrazo :)
Genial...me ha gustado mucho este artículo!
un abrazo :)
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