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Saber elegir: el ojo del ciclón o la periferia…
“El Papa Francisco ha decidido poner bajo investigación al polémico Instituto para las Obras de Religión (IOR), más conocido como el banco vaticano, según cuenta la prensa. El Papa ha creado una comisión de cinco miembros para conocer exactamente la situación jurídica y las actividades del IOR, que desde hace décadas se ve sacudido por las sospechas de lavado de dinero.” Hasta aquí la noticia.
El paso de Plutón por Capricornio está sacudiendo de forma notoria a las grandes instituciones, a los gobiernos, a todos los jerifaltes y altos ejecutivos. Cuando este coloso zodiacal pase a tierras acuarianas –de marzo a junio del 2023 y luego a partir de enero 2024, es probable que no queden soterrados ni un solo escándalo, ni un solo abuso, ni un solo corrupto.
Pero veamos qué representa, desde un punto de vista simbólico, el dinero de la Banca Vaticana: representa a nivel colectivo, los valores y energías que invertimos en el “religare”, es decir en volver a entrar en conexión con nuestro núcleo divino, con el centro de gravedad de nuestro ser, o con el ojo del ciclón. Viene al caso un texto del Dr. John Lilly que encontré en un interesante foro científico (Afterlife Observer), dice lo siguiente:
«El centro del ciclón es ese centro quieto de baja presión en el que uno puede vivir, literalmente, para siempre. Justo afuera de este Centro yace la tormenta rotatoria de nuestro ego, compitiendo con otros egos en una furiosa danza circular de alta velocidad. Cuando uno se aleja del centro, el alarido del viento en rotación ensordece más y más hasta que te unes con la danza. El ser centrado sintiente-pensante de uno, nuestros satoris, están sólo en el centro, no afuera. Los estados motivados, empujados y jaloneados, los infiernos auto creados, están afuera del centro. En el centro del ciclón uno se desprende del Karma, de la vida, alzándose para unirse con a los Creadores del Universo, nuestros Creadores. Aquí descubrimos que nosotros los hemos creado a Ellos que son Nosotros».
Como bien dice este autor, cada vez que nos alejamos de nuestro punto de perfecto equilibrio, nos vemos sometidos al vaivén furioso del oleaje, pero desperdiciamos en ello ingentes cantidades de energía y de valores, las necesarias como para poder atender nuestras historias kármicas. En cuanto tocamos fondo, nos acabamos dando cuenta de que por ahí no era, de que el otro no es el malo de la película, y más aún, de que esa historia de los malos y los buenos está bien para ambientar las aventuras del Oeste americano, pero no corresponde a la realidad.
Cuando volvemos al centro, comprendemos por ejemplo que en vez de salir a la calle a protestar porque hay cientos de viviendas vacías (que podrían ser ocupadas por personas sin hogar), también existe la opción de preguntarnos qué sectores de nuestra psique están sin colonizar, cuáles son los maravillosos potenciales que yacen en nuestro interior en barbecho, sin que sembremos nada en ellos.
Este razonamiento reposa sobre la idea de que la realidad física es el resultado de unos constructos mentales previos que se elaboran en los territorios de la inteligencia no localizada, en lo que Bohm llama el orden implicado, en la noosfera, en la estructura del vacío. Desde esta óptica, podemos inferir que las viviendas deshabitadas son la cristalización (o colapso de la función onda) de los mencionados constructos. No parece descabellado afirmar que si no hubiera en la psique humana territorios sin colonizar, tampoco existirían casas deshabitadas.
Salir a protestar y organizar movilizaciones ciudadanas en este caso sería aplicar una solución conductista/alopática, es decir que ataca al síntoma. Pero bien sabemos a través de la historia de la medicina que lo que se suele conseguir la mayoría de veces con tales prácticas es el desplazamiento del síntoma. No obstante, la parte positiva de tales movilizaciones sería que los ciudadanos empiecen a activar su voluntad, su ecuación de decisión, y aprendan a expresarse.
Siempre hay un lado positivo, no hay mal que por bien no venga. De la misma forma que pasearse por la periferia de uno mismo, sometido a la fuerza del ciclón, también nos enseña cosas positivas, por ejemplo que es mejor no alejarse del centro. Pero a costa de muchos disgustos, de igual modo, las protestas callejeras siempre se saldan con heridos, como una mujer que recientemente perdió un ojo debido a una pelota de goma.
El dilema siempre es el mismo: si queremos aprender empezando desde arriba, conectando con los cuarteles generales de nuestra entidad humana, o desde abajo, sometidos a las tempestades. Cada uno es libre de elegir. Personalmente, opto por despeinarme lo menos posible.
Soleika Llop
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