Me sentía muy satisfecha de haber asomado mi cabecita a este mundo. De repente, oí que el médico le decía a mi madre: “esta niña no ha llorado” y entonces me propinó un solemne, contundente y brutal cachete en el culito. Logró su objetivo: tuve un fuerte ataque de llanto, por el dolor que me produjo el tortazo. Sentí cierta indignación al enterarme de esta anécdota, que me fue confirmada por mi madre poco después.”
Hasta aquí el relato de Clara. Le sugerí que reprogramara su nacimiento, imaginando que salía del útero de su madre deslizándose por un tobogán de luz y que no necesitaba ningún cachete para respirar por primera vez. Ya lo hemos comentado en alguna ocasión desde estas páginas: la forma en que nacemos crea algo parecido a un molde que incide posteriormente sobre cualquier inicio-iniciativa-decisión que tomemos, en cualquier ámbito. Reprogramar equivale a cambiar el molde inicial por otro nuevo.
Dicho “molde” se había manifestado a través de la necesidad de recibir “cachetes” fuertes de la vida para reaccionar, si no la sacuden un poco, se apoltrona y no actúa, esa es la tendencia. En efecto, Clara padeció una enfermedad bastante grave en su adolescencia. El tratamiento contundente que le administraron –medicamentos muy agresivos- creó una enfermedad iatrogénica (es decir, producida por el mismo tratamiento) igual de contundente: una trombosis cerebral.
El análisis de su carta astral permitió averiguar en qué área de su psique había necesitado que la vida le hablara con el volumen muy subido. Al tomar conciencia de ese patrón psicológico y al reprogramar aquella vivencia, cambiando el pasado, Clara logrará superarlo y crear un nuevo molde, del que saldrá un “pastel” más apetecible.
Soleika Llop
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