Ay, ay ay, ese ego espinao…

Si, ya sé, la canción de Maná y Santana hablaba del “corassssón espinao”, pero no me he equivocado, me refiero al ego, a ese punto de diferenciación que nos distingue unos de otros. A esa parte de nuestro ser que se encarga de “salar” nuestros platos para que podamos distinguir un alimento de otro. O sea que la sal distingue, separa, compartimenta. Es a la vez un ingrediente que conserva, antes de que existieran los frigoríficos, la gente empleaba la sal para evitar la putrefacción de la comida, ese es el origen de la palabra “salario”, porque en aquellos tiempos era un elemento tan valioso que era utilizado como moneda de cambio.

La sal está bajo la regencia del planeta Saturno, y uno de sus atributos es velar por ese “conservadurismo”, lo cual equivale a mantener el statu quo. Saturno nos da consejos del tipo:


- Más vale pájaro en mano que ciento volando

- Más vale malo conocido que bueno por conocer

- Jesusito, que me quede como estoy

- Si no lo palpo, no lo creo

- Si no es reproducible en un laboratorio, no me interesa

- Eso es lo que dice la tradición, así que es inamovible

- Tenlo todo atado y bien atado, bajo control

- No te salgas de los raíles trazados por tus mayores y acertarás

- Nací de esta manera y así seré hasta mi muerte

La energía Saturnina es la que nos lleva a decirle a un amigo, con toda nuestra “buena” voluntad: “No cambies nunca” o “no dejes de hacerte un plan de pensiones para asegurarte el futuro”. Esos son los discursos habituales de ese viejo carcamal que es Saturno, cuando se manifiesta por su vertiente menos luminosa.

Pero, ¿qué ocurre cuando el territorio acotado, vallado, registrado, electrificado a veces, rodeado de “seguratas”, de alarmas conectadas a un centro de control manejado por los hombres de Harrelson, recibe la visita –en el marco de una sesión de Alquimia Genética (AG), por ejemplo- de la fuerza jupiteriana de la psique? La que lanza mensajes radicalmente opuestos, del tipo: “Cálzate las botas y el sombrero de Indiana Jones y vamos a saltar vallas, atravesar puentes, aunque cuelguen a cien metros de altura, vamos a tirarnos al vacío confiando en que aparecerá una fuerza providencial que nos recogerá en pleno vuelo. Y con el pleno convencimiento de que, pase lo que pase, como decía el Cándido de Voltaire, todo está perfecto en el mejor de los mundos?

¿Qué puede pasar? Pues que se produzca un choque frontal, que empiecen a sonar todas las alarmas, que los hombres de Harrelson (tendencias saturninas que se alimentan de carcoma) salgan de su cuartel general armados hasta los dientes, con la intención de rodear y neutralizar al invasor. Ese que se atreve a poner en tela de juicio todas aquellas certezas, reglas, leyes, normas de conducta, rutinas y patrones heredados, que, pacientemente, Saturno ha ido elaborando. Esto me recuerda la Fábula de la Cigarra y la Hormiga.

¿Y cuál es el arma predilecta de esos guardianes de la ley, de esos conservadores de la carcoma (ahora me viene a la memoria un pensamiento de mi padre, que decía más o menos: “Mal andamos cuando en una sociedad los muebles carcomidos cotizan al alza en los anticuarios y son signo de distinción”). Es la espada de la lógica, la razón, la intelectualidad, la mente cognitiva. Un ejemplo vale más que un millón de discursos: esta mañana, una persona que emprendió el camino de la AG a través de sesiones particulares, me contó lo siguiente:

- Siento que dispongo de una increíble energía, ya prácticamente se han esfumado mis dolores de fibromialgia desde que empecé con la AG, pero estoy notando que mi maestría interior me está enseñando a discernir. Hace poco oí una voz interior que me decía: “Eso de la AG no te sirve para nada”, entonces empecé a dudar, a cuestionarme, a decirme a mi misma: “Tanto ejercicio y tanta meditación, ¿para qué? Me quita mucho tiempo de otras cosas, total, trabajo ocho horas todos los días, apenas si tengo un rato para relajarme, sólo falta que tenga que emplearlo en esto y blablablá”. Mientras andaba enfrascada en estos pensamientos, noté que volvían al galope mis dolores, mi agotamiento, mi desánimo.

Pero fui consciente de ello, así que los miré a la cara y les dije: “ni hablar, no vais a poder conmigo, gracias por lo que me habéis enseñado, ya me he enterado, pero ya no quiero de ese jarabe”. De repente noté de nuevo la energía, desaparecieron los dolores y me vivieron ganas de comerme el mundo.”

Así es como actúan esos “Hombres de Harrelson” de la psique, los que se inclinan más por el reaccionar que por el responder. Hace poco, un importante abogado, que va por su 6ª sesión de AG, me decía: “Ni te imaginas los conflictos internos que he tenido que superar desde que empecé con la AG, me he sentido desmontado por piezas, todo al desguace, como un coche viejo. Me ha tocado redimensionar y reprogramar toda mi historia, resituar cada personaje, cada circunstancia de mi teatrillo particular. Me ha costado un gran esfuerzo y un buen número de pataleos conmigo mismo, incluso llegué a pensar: “Esta mujer, con su AG, me está complicando la vida, paso de hacer ningún ejercicio”.

Sin embargo, ahora puedo decirte que valió la pena el envite, he logrado dominar mi estrés galopante en vez de dejar que él me dominara a mí. Casi no he vuelto a tener jaquecas y me lo tomo todo con muuuuuuuucha filosofía, me siento mucho más tranquilo. Ya no veo las cosas desde la inmediatez, sino con una gran perspectiva porque mi Yo cuántico no lleva binóculos, sino que goza de una vista de águila, ve las situaciones bajo todas sus costuras. Un espectador en un partido de futbol no tendrá la misma visión si observa la contienda desde el extremo Norte del campo o desde el extremo Sur, que si puede observar a la vez Norte, Sur, Este y Oeste, arriba y abajo. Esa es la visión cuántica.”

Me encanto este ejemplo. No pretendo con todo ello hacer un panegírico de la AG sino simplemente compartir retazos de vida, desde este gran tapiz de conciencia que formamos entre todos, y de paso ayudar a quienes estén atravesando estos mismos trances a comprender mejor su historia.

Cuanta más luz y maestría tiene una persona, más sombra potencial puede generar, y más va a luchar su ego, si intenta desmontar sus estrategias, pero luchará con la intención de templar su acero. Hay quienes no se sienten con fuerzas para enfrentarse a esas batallas egoicas y abandonan la carrera en la primera etapa. Sin embargo, esa actitud puede provocar secuelas. La imagen que me viene es la de un niño al que se le ha llevado a Disneylandia. Después de esta experiencia, ya no se volverá a contentar con el tren de la bruja de una feria de barrio, querrá más. Otro ejemplo, al que siempre recurro porque es muy gráfico, es el de una persona a la que se la invita a comer en el Bulli o en Arzak. Una vez ha probado los manjares que allí se sirven, ya nunca más se quedará satisfecha con la comida rápida de la hamburguesería de la esquina.

Sería preferible no haber empezado el tratamiento. Podemos aplicar este razonamiento a la AG. La AG no es una moda, ni una nueva bebida –probaré, a ver qué pasa- sino un paso decisivo hacia un proceso de autoconocimiento y de empoderamiento. No estoy diciendo con esto que si uno empieza un Taller tenga que apuntarse a todos los módulos de formación o que si empieza una sesión particular tenga que seguir con ellas ad eternum, ni mucho menos. Lo que quiero señalar es que una vez que uno ha penetrado en su mundo celular e interactuado con él, una vez conoce el camino de acceso, conviene que lo recorra de forma regular. Es como visitar a un familiar de manera periódica para intercambiar noticias, abrazos, emociones o para compartir una comida o una merienda.

El mundo celular reacciona de forma similar, si le dan acceso a la AG, es decir a un método a través del cual empieza a poder expresarse, expandirse, comunicar sus anhelos y preocupaciones, crear sinergias, florecer y sanarse, y de repente le quitan esa posibilidad, volviendo a quedar amordazado y condenado al ostracismo, es lógico que monte piquetes de protesta. Éstos pueden traducirse en un empeoramiento de los síntomas en caso de enfermedad, o en una complicación de si situación, cualquiera que sea, o en una sensación de ansiedad o malestar que uno no acierta a definir. Y entonces puede ocurrir que el interesado culpe a la AG de todos sus males.

Cuando un médico nos receta una caja de antibióticos y solo nos tomamos un par de pastillas, puede producirse una multiplicación de los microbios o bacterias que queríamos combatir. Estamos hablando del mismo fenómeno, sería preferible no haber empezado el tratamiento

Y para acabar sobre una nota optimista, ¿Por qué no imaginar que los secuaces de Saturno empiezan a confraternizar con los esbirros de Júpiter? ¿Por qué no pensar en una colaboración y desgranar las posibles ventajas que cada facción podría obtener . Tal vez el loco aventurero emprendería sus gestas desde unas bases más firmes, seguramente sus campamentos gozarían de una mejor organización. Podría hacerse un estudio geológico del terreno antes de plantar la tienda. Y los del ala saturnina actuarían con más entusiasmo, con más confianza en la providencia divina y dejarían de lado los planes quinquenales. Quizás empezarían a pensar que el mejor plan de pensiones lo tienen los pajaritos, que reciben todos los días su alimento, disfrutando del aquí y ahora y alegrando la vida de los demás con sus acrobacias y sus gorgoritos. Y entonces podríamos cantar al unísono:

Ay, ay,ay, ese ego integraoooooo, ya no me duele cambiar.

A buen entendedor…

Soleika Llop



2 comentarios:

gracia dijo...

Buenos días Soleika, gracias,gracias,gracias,no mas palabras, soy feliz de conocerte me entusiasman tus trabajos eres un fuego que da luz a muchas lamparitas.
te amo y te llevo en mi corazón donde cada dia se abre un espacio más para dar cobijo a muchos seres que a su vez hacen que ese corazon crezca y se multiplique.Un gran abrazo de luz amor y poder.
Gracia

Sibila dijo...

Tu discurso es muy bueno, Solëika.
Bien por lo de Saturno y por lo de Júpiter.
Muy bien todos los párrafos. El antepenúltimo me ha encantado, el que le sigue también y en el último de todos planteas algo así -podría decirse- como una alianza de civilizaciones. ¡Hum... No sé qué te diga a este respecto! ¿Acaso planteas algo así como una alianza entre la ley de Binah y la ley de Hochmah? ¡Entonces el mundo ya no sería el mundo! Piensa sobre ello.
Bien, disquisiciones aparte, esa metáfora de la visión multiangular del campo de fútbol es muy "holográfica", está genial, es muy ilustrativa del clon cuántico.
Muy buen artículo. ¡Enhorabuena, Solëika, de verdad!

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