Multiverso

Este genial anuncio japonés resulta muy útil para dar una idea de lo que es la realidad multiversal, al verlo, he recordado las palabras de Nassim Haramein: “El infinito puede encajar en lo finito a través de los fractales; el infinito y los sistemas finitos son complementarios, cada punto tiene el potencial de contener toda la información en él”.

Es lo que podemos comprobar también a través de la Alquimia Genética: estamos inmersos en una serie de realidades superpuestas, somos como una cebolla con muchas capas, y cada una de ellas contiene una puesta en escena distinta.

Me viene ahora a la memoria un escrito de Carlos Schabbath que versaba sobre esta cuestión, lo comparto porque contiene informaciones muy valiosas:

“Podemos concebir al ser humano como un esferoide multicampo, o sea como un complejo energético compuesto por una serie de esferas de realidad (o dimensiones). Cada una posee su nivel de energía, sus bandas de percepción sensitiva y sus coordenadas espacio-temporales. Nuestra esfera de realidad es la interpretación mental del pequeño sector de ondas electromagnéticas que captan nuestros sentidos. Aceptar esto equivale a admitir que existan otras más allá del límite de nuestra percepción. Para renunciar a esta presunción, deberíamos demostrar que sólo las ondas que detectan nuestros sentidos tienen cuantificación energética, lo cual es inaceptable para la física actual. La vista sólo capta un pequeño sector del espectro electromagnético: entre 3600 y 7600 angstroms (unidad de medida, en un cm caben diez millones de a.). Somos lo que somos por la interpretación que hacemos del mundo, no por lo que es el mundo.

Para pasar de un campo a otro es necesario un incremento de la velocidad de vibración. Para pasar de una esfera a otra, lo que nos retiene son los apegos, las energías desperdiciadas. Ahora el ser humano está penetrando en campos que antes le eran inaccesibles, eso se consigue por salto cuántico, gracias a la masa crítica. Pero todo ello puede llevar a una segregación o selección, por el hecho de que determinados módulos que lleguen a penetrar en campos más profundos pierdan los campos más exteriores. Pero eso no significará una pérdida de energía sino que los campos más exteriores se sutilizarían e integrarían a los campos más interiores. Cuando este proceso alcance su culminación, toda forma desaparecerá de la tierra, pasaremos a vivir en el mundo etérico, el de las nubes.

Durante el proceso de selección, puede ocurrir –ya se ha iniciado- fenómenos extraños, por ejemplo que unas personas cambien de dimensión y otras no y que aún estando en el mismo mundo se pierdan de vista las unas a las otras (hace años se habló del caso de una niña que desapareció literalmente de la mano de su madre y nunca más se supo de ella). Bajo el punto de vista de los que no han transmutado, los que sí lo han hecho podrían ser vistos como ángeles, como extraterrestres o como guías, dependiendo del campo que hayan penetrado camino del núcleo. Para hacer transmutar un campo exterior, hay que penetrar en uno más interior. La energía comprimida emana mucha luz. No se trata de desprenderse del cuerpo físico sino de transmutarlo. Estamos condenados a vivir en una esfera de realidad hasta que no vivimos la transfiguración.

El rango evolutivo de una especie está determinado por el número de campos que configuran su realidad consciente. Alcanzar un nuevo conocimiento es incrementar el número de campos que configuran el estrato consciente. Nuestro proceso evolutivo consiste básicamente en ir recorriendo cada una de las esferas hasta alcanzar el núcleo. Este sería el momento en que se fusionarían el observador y lo observado, el individuo y su circunstancia, aparentemente disgregados por Maya, la ilusión, es cuando desaparece el campo de lo probabilístico, o la indeterminación, que acaba siendo sustituida por el pleno determinismo. Entonces nos damos cuenta de que tenemos una misión que realizar y vamos directo al grano, sin desviaciones ni distracciones. En el núcleo, el espacio tiempo es cero, pasado, presente y futuro se comprimen en un solo E/T.

Los futuribles solo son concebibles desde el indeterminismo. Esto significa que cuando somos capaces de alcanzar nuestro ser divino, ya no nos preocupamos por el futuro porque somos conscientes de que lo estamos creando en cada momento. Tomamos verdadera consciencia de nuestro poder creador, es cuando nuestra voluntad funciona a pleno rendimiento. Somos onmiscientes y omnipresentes, nuestro campo se vuelve infinito, es cuando penetra con mucha mayor facilidad en los campos energéticos de las demás personas, las acabamos envolviendo con nuestra influencia, nos volvemos seres carismáticos. Lo mismo ocurre con las ondas formadas por una piedra cuando cae al agua, cada vez se hacen más grandes conforme se van alejando del núcleo (que es dónde impactó la piedra). Los campos más exteriores se mueven hacia el infrarrojo mientras que los más interiores lo hacen hacia el violeta, pero su eco es infrarrojo.

Cuando alcanzamos el núcleo de nuestro ser, adquirimos la capacidad de llevar el timón de nuestras circunstancias, es difícil que ocurra algo que no tengamos previsto, ya no hay lugar para el azar. El indeterminismo, los imponderables, sólo vuelven a reaparecer cuando nos alejamos del núcleo. Lo difícil es mantenerse en él porque nuestro estado natural es el de una oscilación permanente entre un extremo y el otro del eje. Por cada campo que penetramos en dirección al núcleo, generamos un campo exterior de energía.

Las auras son el reflejo térmico de los campos más internos. En ese sentido, podemos apuntar que existe una falacia en torno a la percepción de los cuerpos sutiles. Lo que percibimos no son los campos exteriores como parecen describir los gráficos o fotos habituales, sino que percibimos el eco de ondas bajas de las frecuencias emitidas por los cuerpos más interiores. Por tanto, el cuerpo emotivo, el mental, el causal, el átmico y el búdico son cuerpos cada vez más interiores, no exteriores al ser humano, corresponden a esferas de realidad cada vez más cercanas al núcleo. Conforme uno se adentra en campos más interiores, la forma va desapareciendo paulatinamente.

Un buen ejemplo para entender esta idea es imaginar que tiramos al agua un aro (hula hoop). En el exterior del aro, se formarán una serie de ondas cada vez más grandes y en el interior, ondas cada vez más pequeñas a medida que se acerca al núcleo, cuando más lo hace, más decrece la longitud de onda, cuanto más se alejan, al revés. A cada círculo del interior del aro le corresponde un círculo exterior. Cuando más se acerca al núcleo una persona, más detectable se hace su presencia porque irradia un campo de energía de grandes dimensiones. Por ejemplo, dicen que Buda y Cristo eran detectables a 40 km. Se puede llegar a calcular en qué campo ha penetrado una persona sabiendo a qué distancia es detectable su presencia”.



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