El Templo de las Doce Puertas

Dando un repaso a los escritos de mi padre sobre la interpretación del Apocalipsis, he encontrado un material muy valioso relacionado con las doce Capas del ADN sutil, a continuación, un resumen de este texto:

"Fuéme dada una caña semejante a una vara (dice Juan), diciendo: Levántate y mide el Templo de Dios y el altar y a los que adoran en él… (Apocalipsis XI, 1-2). Juan ha recibido de su Yo divino el mandato de profetizar y para facilitarle el cumplimiento de esa misión, le es entregada una vara para medir el Templo. El Templo de Dios es una obra maestra en la que el arte, la armonía, la utilidad y el símbolo se dan la mano para que el hombre encuentre en él, el camino que ha de conducirlo más allá de sí mismo y, para que pueda ser morada de los seres espirituales sin cuyas fuerzas nada podemos mover.

Medir el Templo, el espesor de sus muros, tanto los internos como los externos, la anchura de las pilastras, la amplitud de las puertas interiores y exteriores, los espacios vacíos, etc., significa tomar conciencia de la exacta capacidad de nuestro habitáculo humano; de su capacidad para dar cobijo a lo trascendente, al espíritu. La toma de medidas hace que aparezca ante nosotros un plano exacto de la edificación y al visionar internamente el Templo, se nos aparece su mobiliario y vemos así que mientras unas habitaciones están repletas de utensilios, otras están vacías o semivacías. Esto significa que mientras estemos trabajando en algunas moradas con gran celo y dedicación, en otras no hemos hecho nada. (Kabaleb quiere decir con esto que a veces damos más énfasis a una parte de nuestra psique en detrimento de otras, por ejemplo a lo mejor la estancia nº 5 –la de los hijos- la tenemos muy bien decorada y acondicionada pero en cambio la nº 7 –pareja- está sin calefacción, con las paredes sin pintar y sin luz. O viceversa).

El Templo del Universo es circular y tiene 12 grandes puertas que dan acceso a 12 moradas. A medida que vamos realizando los trabajos correspondientes a esas Moradas Celestes, las Zodiacales, vamos levantando en nosotros esa parte del muro externo y la morada correspondiente se va llenando de muebles. A veces, a nuestros obreros internos les gustan determinados trabajos y, por llevarlos a cabo, descuidan otros, y ocurre entonces que nuestro templo interno es desigual, rebosante de belleza y arte en ciertos aposentos, mientras en otros no hemos levantado ni tan siquiera el muro de protección exterior.

Una vez levantado el recinto exterior con esas 12 Moradas, en el interior del Templo los obreros forman 12 grupos de Trabajo, los cuales establecen otras 12 Moradas con toda la red de pasillos que permiten comunicarse (ahí tendríamos las 12x12 estancias con las que trabajamos en la Alquimia Genética). A veces ocurre que a los obreros se les "olvida" trabajar en la edificación del pasillo; o bien un grupo piensa que su labor en determinada Morada es muy importante y que los trabajos de comunicación deben correr a cargo de quienes edifican la Morada vecina, si es que tienen interés en comunicarse. Y puede suceder que habiendo Moradas suntuosamente dispuestas, la incomunicación en que se encuentran las convierta en reliquias de poca utilidad (es cuando falla la conectividad celular).

También puede ocurrir que en ese Templo se conserven los muebles más allá de su tiempo de vigencia y que pasen así a ser pasto de las fuerzas de Repulsión, que mandan a sus obreros llamados polilla y carcoma, para que corrompan sus estructuras. Ahora se aprecian mucho los muebles viejos y carcomidos y la polilla ha conquistado un título de nobleza. Esa apetencia por lo carcomido es síntoma que revela una perversión de los valores que es moneda corriente en nuestra sociedad.

Juan ha de percatarse de si las medidas son correctas; ha de rectificarlas si no los son o acabar de construir lo que falte. Después estará en condiciones de ayudar a sus hermanos en la edificación de sus respectivos Templos, indicándoles el lugar en que debe situarse cada cosa, ya que todo está perfectamente ordenado en el universo, y si al dar los primeros pasos nos decimos que nuestra libertad consiste en poder colocar las cacerolas en las bibliotecas, exponiéndolas a la admiración de los visitantes, al avanzar ya nos damos cuenta de que las estanterías están pensadas para los libros y que las cacerolas deben ubicarse en la cocina (ahí tenemos una importante enseñanza: antes de pretender ayudar a los demás a edificar su propio templo de la sabiduría, hemos de ocuparnos del nuestro, por eso Cristo decía que caridad bien entendida empieza por uno mismo)”

Sigue diciendo Kabaleb: “Todos los personajes que aparecen en la Biblia, o en la Mitologías inspiradas por Maestros de luz, forman parte de nuestro panteón psíquico, es decir, los llevamos dentro. Son fuerzas, son voces que un día u otro se manifestarán. Eso no impide que hayan existido personajes de carne y hueso, llamados Ezequiel, Jezabel, Salomón o Juan. Su mensaje escrito o su revelación oral son la exteriorización de una voz que en un momento u otro de nuestro itinerario humano suena en nuestro interior.

En ese sentido, Juan el Evangelista es un estado del espíritu que aparece en el ser humano en los momentos álgidos de su camino evolutivo, y que se encarga de revelar los cambios que han de producirse en nuestra tierra humana cuando el reino del Cristo haya sido plenamente instalado, substituyendo al mundo antiguo, una vez éste reducido a ruinas. El Juan que revela es pues una figura que mora en el interior de cada ser. Es a ese Juan personal que Jesucristo envía su mensajero y Juan es el que atestigua.

El hecho de que un ser humano de carne y hueso haya sido Juan antes que muchos otros tiene su importancia porque ese Juan histórico nos ayuda a convertirnos todos en el Juan revelador, en el Juan apocalíptico. Pero no es el Juan histórico el que nos abrirá los ojos con el texto que escribiera en Patmos (el Apocalipsis), sino el Juan interno. Mientras éste no aparezca en nuestra historia humana, el Apocalipsis seguirá siendo para nosotros una colección de imágenes que inspirarán a los pintores, a los cineastas o novelistas pero el mundo interno no se moverá y por consiguiente, nada nuevo podrá ser levantado.

Cuando el servidor Juan aparezca en nuestra naturaleza interna, seremos testigos de la palabra divina, veremos en nuestro interior el sueño divino, porque lo estaremos viviendo y escribiendo con nuestra propia vida. Felices pues los “juanues” que entienden esas palabras y que guardan en ellos esa historia divina, ya que el tiempo está próximo. Y ahora podemos decirlo sin inducir en error a quienes nos leen, porque cuando fue escrito el Apocalipsis, la semilla de estos acontecimientos acababa de ser plantada. Ahora, transcurridos dos milenios, esa semilla ha creado poderosas raíces en nuestra tierra humana y la nueva planta desarraigará los fundamentos del viejo mundo y en sus ruinas aparecerá el germen del Reino.”

Estas palabras de Kabaleb resultan muy actuales porque esto es precisamente lo que está ocurriendo: una fuerza interna nos está relevando -Apocalipsis significa Revelación- que se acerca el reino de Cristo, el reino de la unidad y de la armonía, y somos libres de elegir el cómo, es decir de elegir si queremos que esas ruinas se produzcan por dentro, desmontando tendencias y viejos patrones, o si preferimos que sea por fuera, a través del desmoronamiento de nuestra estabilidad sentimental, profesional, económica, o física, como es el caso de los movimientos sísmicos y desastres naturales. Pero lo cierto es que mientras estemos en vida, no podemos bajarnos de ese tren, nuestra es la elección.

Soleika Llop

1 comentario:

Sibila dijo...

Por lo que yo he estudiado y desarrollado por mí mismo después de mucho tiempo, coincido en todo con el planteamiento de Kabaleb.
Yo creo que lo que quiere decir tu padre, Solëika, en una palabra, es el hecho de que el mito es la realidad.(!!)
A su vez, todas esas explicaciones magistrales (hablo para mí mismo), sobre esa falta de conexión entre los distintos niveles de la psique (ilustrativos de algunos patrones de personalidad en cuestión); sobre tendencias superiores; sobre personajes físicos reales en la 3D (piénsese a este respecto en cómo se adecuó el mito cristiano del cristo interior y su resurrección y cómo se llevó a la realidad física); sobre la toma de decisiones final, etc. no son más que una alegoría mística o un modelo real -en su caso- de la auténtica realidad interna y que fue contada o relatada en su momento en forma de mito.
A modo de colofón, la metáfora viviente y llena de colorido de la biblioteca que plantea correctamente Kabaleb, viene muy bien con los tiempos actuales o era de la asistencia social, en la cual, se nos ha enseñado a mirar antes hacia afuera y a dejarnos a nosotros mismos en último lugar. ¡Así nos va!
Muchas gracias Solëika por esta élite de escritos con que nos nutres.

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