Bromas angélicas

En Francia es costumbre que el domingo de Pascua las campanas salgan de las iglesias para repartir unos huevecitos de chocolate por todos los jardines de los niños pequeños, al menos eso es lo que se les hace creer. Y en nuestra familia siempre hemos respetado esta linda tradición...

Sin embargo en esta Semana Santa, en vez de huevos, lo que ha llovido – al menos en mi entorno más inmediato- han sido divertidísimas sincronicidades. Las compartiré porque nunca me privo del placer de provocar alguna carcajada, cuando las circunstancias me lo ponen a tiro. Nos dirigíamos mi amiga Maribel y yo hacia el apartamento que otra amiga, en un alarde de generosidad y gentileza, nos prestó para que pasáramos unos días. Cuando nos faltaba ya poco para llegar, Maribel comentó : “Le pido a mis angelitos que me regalen una rosa para el día de Sant Jordi (en Cataluña es tradición en ese día regalar una rosa a todas las mujeres), pero que sea sin “capullo”.

La petición iba con segundas. Nos reímos un rato y nos olvidamos de ella. Imagine el lector nuestra sorpresa cuando, al entrar en el apartamento, vimos que nuestra amorosa anfitriona y su familia (sin tener idea de la petición) habían colocado pétalos de rosa sobre las camas, las mesas, en las repisas del baño, en los fruteros. Una auténtica invasión de pétalos rojos, pero sólo pétalos, sin capullos… ni espinas. Nuestras risas reverberaron en toda la calle.

Pero ahí no se detuvieron las bromas angélicas. Dimos un paseo por la orilla de un río, en medio de un bosque y entonces mi amiga Maribel –que seguía muy inspirada- me dijo: “¿No te parece éste un lugar ideal para una declaración de amor?” y, antes de que tuviera tiempo de contestarle: “Si, pero no eres mi tipo”, oímos, desde un prado cercano “te quieroooooo”. Eran unos chavales que estaban jugando y que nada tenían que ver con nosotras. Huelga decir que acabamos con agujetas en el esternón.

Espero que todos hayáis pasado unas vacaciones estupendas.