La Ciencia Transcendental


Releyendo antiguos papeles, encontré unas líneas escritas por el investigador Carlos Schabbath que me parecieron, además de muy hermosas, muy adecuadas de cara al Congreso Internacional de Radiofrecuencia, Universo Inteligente y Conciencia y Nueva Ciencia que se celebra en Alicante el día 3 de julio (y que no me pienso perder). Intuyo que éste va a ser un paso importante de cara al nacimiento de lo que este autor llamó “la Ciencia transcendental”. Que lo disfruten...

“Yo he venido para dar testimonio de la verdad", dijo Cristo ante Pilatos. Sin duda, sabiduría de un no-ser por ser uno en la Totalidad. Reflejo de humildad pincelada con una sensibilidad limpia de cualquier subjetividad personal. ¿Qué es la Verdad?, exclamaba Pilatos de forma escéptica. Es el contrapunto. No hay respuesta ni se espera respuesta. Es la representación de una humanidad que fundamenta la verdad en los límites de su ego personal, olvidando así, la dirección intuitiva de su sentido transcendente. Quizás por ello, la respuesta a Pilatos fue la única que Cristo pudo dar. Un humilde rayo de Luz que ciega a la sabiduría cuando emana desde el núcleo esencial del Ser.

La relación Cristo-Pilatos es un símbolo inequívoco de la postura oficialista de la ciencia frente a las aspiraciones transcendentes. La Ciencia no ha comprendido que no hay ciencia verdadera sin la búsqueda del que hace ciencia. Todos llevamos en nuestra psique un instinto de complementariedad. Dos mundos emanantes desde esa dualidad intrínseca del ser humano: la necesidad científica de conocer lo que nos transciende. Creo en ello. Cada día, más hombres de ciencia reclaman abiertamente ayuda filosófica, mística, religiosa, esotérica, etc. y también hombres de religión se expresan como científicos.

¿Qué está pasando? No lo sé y es muy difícil sintetizarlo, pero creo que nos estamos acercando hacia algo maravilloso capaz de cambiar el destino del hombre para siempre. Las posturas asépticas comienzan a ceder en la medida en que el conocimiento del universo-interior encuentra su complementariedad en el universo-exterior. Estamos frente a un trabajo sin precedentes en la historia: explicar lo de fuera desde dentro. Creo que ésta será la postura de la ciencia del futuro y no dudo que se aceptarán las experiencias psíquicas como sugerencias válidas para la mayoría de los campos de investigación. Se buscará incansablemente porque los resultados serán inimaginables. Con el tiempo, lo de fuera llegará a ser igual que lo de dentro.

Será el nacimiento del gran sueño de la ciencia transcendental. Si aceptamos que la sabiduría emerge en la medida en que somos capaces de refutar lo establecido como verdadero, acepto que "La Hipótesis Multidimensional" (libro del que ha sido sacado este texto) pueda ser refutada por la ciencia de hoy. Pero si lo que emerge del abismal pozo de la psique tiene su fundamento en los orígenes del cosmos, el universo en la forma que lo entendemos debería ser refutado también, dado que no asume las emanaciones intuitivas del alma humana sintetizadas en las grandes creencias y religiones.

Estos aspectos hay que ponerlos sobre la mesa, porque pocos científicos se cuestionan que los dictados de la psique profunda son consubstanciales al cosmos, y esto significa que provienen de la misma experiencia. En consecuencia, no pueden excluirse en una cosmología que quiera presentarse al mundo con seriedad. En este punto subyace el drama racionalista de la ciencia. Pretende configurar una cosmología desde el rigor empírico y pierde el idealismo que lo transciende y el sentido de la propia objetividad, la cual presupone que el objeto analizado está fuera del sujeto que lo analiza. Aspecto imposible a nivel cosmológico si entendemos que el sujeto, su mente, y su consciencia, han sido creados y son dependientes del objeto analizado, el cosmos.

No es posible ateniéndonos al sentido común, definir una cosmología objetiva. Sólo es posible establecer una relación subjetiva con él. Partiendo de estas premisas, el tema es simple. O diseñamos nuevos modelos de universos o recodificamos nuestras aspiraciones transcendentes. No podemos permitir que se impartan en los colegios y universidades disciplinas contradictorias. No se le puede decir a un niño que Dios es omnipresente en la clase de religión y después explicarle el límite de la velocidad de la luz en el contexto de la física relativista. Con toda razón, nos perderán el respeto. Es posible que seamos unos irresponsables engreídos atrapados por unos límites racionales y emocionales.

Entre lo que queremos ver y lo que observamos y no vemos, entre lo que sentimos y deducimos, entre lo que podemos ser y lo que creemos ser. Podría ser que hubiéramos llegado al límite del conocimiento —tanto empírico como racional—, lo cual nos obliga a un responsable esfuerzo para comprender de forma más integral el problema cosmológico. Este nuevo universo debería diseñarse desde las profundidades del alma como abanderada de la única realidad eterna y llave del universo. Todos sin distinción lo sentimos y deseamos así, porque lo de afuera, es en definitiva lo de adentro. Atributo oculto y silencioso de nuestra alma, que sin prisas pero sin pausas, presiona al universo interno a los límites de la superficie consciente, para que al fin, observemos ensimismados una cara de la existencia más sensitiva, intuitiva, diferencial, personal, subjetiva, como alternativa para esta era.

Todos conjuntamente deseamos un nuevo modelo de universo que nos explique nuestra naturaleza interna. Si lo conseguimos, lograremos una bella percepción del destino humano, siendo entonces cuando la armonía y sincronismo entre lo de adentro y lo de afuera destensará nuestra alma, comenzando todos en extrema comunión, sin distinción de credos y razas, a sentir el batir de las alas del Creador. El amor será el código de comunicación normal entre todos los seres humanos, que amparados por una búsqueda constante de conocimiento liberador, fortalecerá la admiración hacia el Gran Viviente en el que sin saberlo vive inmersa. La mente humana se expandirá y su destino se consolidará en la propagación del propio conocimiento por el Cosmos.

Destino glorioso que aflora casi siempre por la intuición revelada. Es significativo cómo un científico del nivel de S.W. Hawking sea capaz de terminar su libro Historia del Tiempo delatando la verdadera aspiración de la humanidad:

"Si descubrimos una teoría completa, con el tiempo habrá de ser, en sus líneas maestras, comprensible para todos y no únicamente para unos pocos científicos. Entonces todos, científicos, filósofos y la gente corriente, seremos capaces de tomar parte en la discusión de por qué existe el universo y por qué existimos nosotros. Si encontramos una respuesta a esto, sería un triunfo definitivo de la razón humana porque entonces conoceríamos mejor el pensamiento de Dios.”

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