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Ella estaba desestimando sus propios valores, no utilizaba su potencial creativo y vivía una vida rutinaria y triste que su alma reprobaba. Es muy probable que fuera reincidente, es decir que haya vivido así durante varias vidas. Porque lo cierto es que son muchas las personas que no utilizan su potencial y que nadie acusa de prostituirse. La vida nos sube el volumen cuando nos hacemos los sordos.
Esta mujer acudió a la terapia en un estado bastante alterado, estaba muy nerviosa e incluso le preguntó a la terapeuta si este nerviosismo podía ser un derivado de la primera terapia (que había realizado tres semanas antes). Lo que le estaba pasando es algo muy frecuente cuando uno se dispone a entrar en terapia: el ego personal se rebota e intenta con diversas maniobras de distracción retrasar el momento en que se verá descubierto. Al ego no le interesa que penetremos en el terreno de la conciencia porque se le tumban todas sus estrategias, se le ve el plumero.
Mi amiga, que es una excelente terapeuta, no se inmutó y fue poco a poco calmando a su paciente, que salió de su consulta completamente relajada, contenta y muy satisfecha por haber podido vencer sus aprensiones y su ansiedad. Captó el mensaje que su alma estaba intentando darle y se prometió a si misma empezar a hacerle más caso.
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