El Camino de Santiago

Una amiga mía que acaba de volver de un peregrinaje por el camino de Santiago me ha mandado unas reflexiones que deseo compartir con los lectores ya que vienen al caso de lo que publiqué sobre la “Resaca del 8.8.8.”. Resulta ser una curiosa sincronicidad porque, después de haber escrito el artículo, y de haberlo colgado, me pasó por la cabeza la idea de que a veces soy un poco brusca diciendo las cosas y que a lo mejor lo que comenté sobre la tendencia a autoflagelarse podía herir alguna susceptibilidad. Pero no es un invento mío, muchas personas me han comentado que habían tardado a veces hasta dos meses en curarse las heridas de los pies, causadas por las largas caminatas. Así que ha sido realmente gracioso hallar la respuesta a mis divagaciones a través de la siguiente misiva:

“Querida Soleika, mi último Camino de Santiago ha sido muy, muy fuerte. No te voy a aburrir con mis anécdotas. Pero para resumir te diré
que el Camino me dijo que no hacía falta que volviera a recorrerlo,
porque ahora Yo soy el camino y he de hacerlo interiormente, sin
necesidad de cargar con la mochila y recorrerlo con mis pies. ¿Por qué
te cuento esto?

Porque cuando volví y ví lo que habías escrito sobre
cual era el auténtico Camino de Santiago, me quedé a cuadros al
comprobar que eso mismo es lo que a mi me había dicho el Camino.
Ya el año pasado, cuando intenté hacer un trozo, me volví a los dos días
porque no me "encontraba" allí de ninguna manera. O sea que en esta
ocasión ya llovía sobre mojado -nunca mejor dicho lo de la lluvia porque
me calé hasta los huesos- pero yo, cabezona como soy, no hice caso y he
vuelto este año.

Claro que después de las experiencias que he tenido, ya
no tengo ninguna duda de que ese Camino con la mochila a cuestas se ha
terminado para mi. Hizo su papel y me obligó a dar un giro total a mi
vida... Pero ahora ya se acabó y hay que continuar caminando por el
sendero interior. He sentido la necesidad de contártelo.”

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