¿A quién daría mi voto...?

En estos últimos días he recibido por e-mail varios panfletos con duras descalificaciones hacia determinados políticos, pidiéndome que corriera la voz. Siendo este es un tema que está en el candelero –ya que estamos en época electoral en España (lo recalco para los numerosos lectores foráneos)- me gustaría hacer una pequeña reflexión, teniendo en cuenta que a menudo me preguntan mi opinión al respecto...

Pienso que las descalificaciones, los vilipendios, por no decir los insultos o crueldades que, cual marea negra, invaden actualmente los medios de comunicación, pertenecen a la antigua energía, la que se mueve en la dualidad.

Es una actitud que presupone que hay malos y buenos, víctimas y culpables, todo este material está trasnochado, pertenece al antiguo mundo, un mundo que va perdiendo cada día más energía porque no está siendo sostenido por el discurrir cósmico del momento.

Está siendo sometido a la ley de repulsión, que es como una máquina trituradora que engulle todo lo que frena la evolución, todo lo que obstaculiza la marcha imparable de nuestro planeta hacia la Nueva Jerusalén. Sería más provechoso que los políticos, sean del signo que sean, emplearan sus energías en cultivar la meritocracia en vez de promover a bombo y platillo la crispocracia.

Política viene del griego polítikós –ciudadano- así que la verdadera política es el arte de la ciudadanía, de la convivencia. En consecuencia, el único “político” al que ahora mismo daría mi voto sin vacilaciones y sin temer arrepentirme, sería el que responde a las siglas J.C.

¿Lo recuerdan? Es aquel que organizaba mítines multitudinarios en lo alto de las montañas, en la orilla de las playas, en los valles y cerros. Si, aquel que no necesitaba presentaciones en Power Point para convencer o arengar a las masas, el que podía prescindir de costosas campañas de imagen y de un fornido ejército de guardaespaldas, porque los llevaba incorporados.

Aquel cuya sola presencia, aunque fuera a muchos metros de distancia, constituía un bálsamo reparador para cuerpos y almas maltrechos. Aquel que se dejó prender cuando decidió que era el momento y que con su sacrificio se instaló para siempre en nuestros corazones.

Decididamente, éste es el único político para el que no necesitaría ninguna jornada de reflexión, le daría mi voto sin vacilar.

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