La niña interior fractalizada



Sara es maestra de escuela y vivió uno de esos episodios harto frecuentes en cualquier colegio: una niña de ocho años dijo a sus padres que le dolía la cabeza, que prefería quedarse en casa, aduciendo que había sido golpeada en la cabeza por su profesora. La madre de la niña se presentó en el colegio, hecha una hiena, y Sara se quedó descompuesta porque ella no había tocado un pelo de la pequeña.


Al final el embrollo se aclaró, resultó que la niña no había hecho sus deberes y se inventó esa historia para evitar enfrentarse a la reprimenda de la profesora. Aquel incidente no habría pasado de ser uno de los muchos que se viven a diario en cualquier centro educativo, pero Sara había iniciado un recorrido con la Alquimia Genética, e intuyó que había algo más que sacar de aquel incidente. A continuación, una parte del diálogo que mantuvimos durante la sesión posterior a este percance:

- Vamos a trasladarnos cuánticamente al momento de tus vidas en que mejor has desarrollado los potenciales del ángel XXX, verás una proyección holográfica y me cuentas lo que percibes

- Veo un unicornio blanco

- ¿Qué te transmite?

- Ternura, belleza, bondad, intuición. Está en un prado con flores, hay una niña que está jugando

- ¿Qué mensaje tiene para ti?

- Que está feliz en la naturaleza

- Pregúntale qué quiso expresar con aquella acusación falsa que te causó tanto malestar

- Dice que no quiere estar encerrada, se sentía presa en una cueva oscura

- Imagina que estás delante de esta cueva, penetras en ella con los guías, dime lo que percibes

- Veo un grupo de monjes vestidos con túnicas marrones, están rezando ocultos

- ¿Por qué ocultos, a quién rezan o por qué?

- Rezan a un ser muy brillante, es el niño Jesús, parece un nacimiento, le protegen, lo adoran de rodillas, el niño brilla mucho

- Pregunta al guía qué le parece esta escena

- Dice que adoran a la divinidad fuera de ellos, el bebé sube hacia arriba, se aleja de ellos, los monjes se quedan abajo, cuanto más lo adoran, más se aleja

- Diles que muchas gracias pero que ya no los necesitas

- Se van

- ¿Qué ocurre con ese niño?

- Se han ido y ha bajado al suelo, es muy chiquitín, desaparece del escenario

La niña interior de Sara estaba un poco enfadada con ella, debido a que sus necesidades y potenciales - su inocencia, su frescura, su espontaneidad, su capacidad de reír, de asombrarse etc. - estaban encerradas en la cueva del inconsciente. Y dado que Sara no se estaba percatando de esta queja, la niña se fractalizó, es decir se transformó en una imagen auto semejante que se encarnó en la niña fantasiosa del colegio. Los físicos están descubriendo que todos los seres humanos están entrelazados cuánticamente, por lo tanto cualquier persona con la que interactuemos es susceptible de ser un espejo, un reflejo de lo que somos por dentro.

Este mecanismo se conoce como fractalidad ascendente (ese es un término que tomé prestado a Rafael López Guerrero, lo he explicado en mi libro “Alquimia Genética”). En cuanto comprendemos lo que la vida quiere decirnos, el fractal se reabsorbe, porque ya ha cumplido con su papel. Entonces nuestra situación cambia.

Volviendo al caso de Sara, vemos que la conexión con su niña/inocencia le permitió descubrir en la cueva de su inconsciente un nacimiento incipiente, el de su Yo crístico. Pero identificó a la vez una tendencia que la llevaba a adorar a esa maestría por fuera, en su manifestación exterior, en vez de activar por dentro esa capacidad crística de amar sin límites y de sanar. Esta anécdota me ha recordado una de mis frases favoritas de Carlos Schabbath: “El quid de la cuestión es saber si queremos adorar a un ser divinizado ajeno a nuestra experiencia personal o si deseamos una vivencia personal que divinice nuestra existencia.”

Al tomar consciencia de la tendencia representada por los monjes, éstos desaparecen, cual actores que bajan del escenario porque han declamado su papel. Cuanto más lo adoraban los monjes, más se alejaba el niño Dios. En términos científicos, podríamos concluir que cuanto más busquemos por fuera nuestra singularidad, a través de un acelerador de partículas, por ejemplo, más nos estaremos alejando de ella. Quienes se empeñan en buscar el Bosón de Higgs son los monjes de túnicas oscuras.

Soleika Llop



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