La muñeca empaquetada



Lucía recuerda con especial emoción un retazo de su historia que se ha mantenido intacto en su memoria a pesar de las casi seis décadas transcurridas desde entonces. Cuando tenía pocos añitos, le tocó una hermosa muñeca en un sorteo.

Acostumbrada a jugar con peluches deshilachados, porque en su casa la economía no daba para más, aquella imponente pepona era para ella como un regalo caído del cielo. Pero a la madre de Lucía, le pareció tan perfecta, que para evitar que se estropeara, la encerró en un armario y nunca permitió que su hija abriera la caja.


Aquella anécdota tomó la forma de una espinita que se clavó en el corazón de la niña, y luego de la adulta. Lo que quedó encerrado bajo llave y luego relegado a pozo del olvido fue lo que la muñeca simbolizaba: la capacidad de disfrutar de la vida, de jugar, de divertirse. Para quienes tengan nociones de Astrología, precisaré que Lucía tiene a Venus conectado con el Nodo lunar en su tema astral. Esto suele traducirse en una tendencia a boicotear el propio disfrute, y esa tendencia ha perseguido a Lucía a lo largo de su vida, en todos los ámbitos. Y no tenía nada que ver con su madre, la cual se limitó a actualizar un potencial que estaba inscrito en la carta natal de su hija y por lo tanto en su memoria celular, venía de lejos.

Sin embargo, sentí que no procedía indagar sobre las razones profundas que se escondían detrás de aquella actitud, así que fui al grano, le sugerí a Lucía que desempaquetara sin más dilaciones su juguete idealizado y empezara a jugar con ella todos los días durante unos minutos. Me comentó que le había perdido la pista hacía mucho tiempo, y le contesté que daba lo mismo, que lo hiciera usando su imaginación. Que se situara momentos antes de que su madre encerrara la muñeca, y le dijera que ya no hacía falta que le hiciera pasar por ese trago, que ya había entendido la jugada. Y que imaginara que su madre le entregaba la muñeca y le hacía vestiditos.

Es difícil describir con palabras la sonrisa que se dibujó en su rostro en aquel momento, fue como una explosión de alegría que llevaba mucho tiempo contenida, una alegría que salía, cual geiser, por todos sus poros. Se ha prometido a sí misma no volver a descuidar a su niña interior.

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