Soñar con la muerte

Acabo de recibir este artículo del grupo Kryon y lo comparto porque me ha encantado la interpretación que Edna Wend Erdel hace de este sueño, se asemeja mucho a la que se haría desde la Alquimia Genética.

Los sueños de muerte pueden ser proféticos, y cumplirse, pero generalmente son simples metáforas que nos hablan de la necesidad de que muera una parte de nuestro ser para que renazca otra. Lo mismo podemos decir del final del calendario maya, previsto para el 21.12.12, se está cociendo el fin de una civilización, de una forma de ser y percibir la realidad, pero no se trata de ninguna catástrofe.

“–¿Los sueños de muerte te anuncian muerte? ¡Porque anoche soñé que mi mamá se moría! Dime, Elena, ¿el sueño me está dando aviso de la próxima muerte de mi madre?

La voz de Victoria se escucha alterada. El ascensor abre sus puertas frente a ellas en el quinto piso del edificio en que ambas trabajan. Es la una de la tarde y es jueves, día que ambas reservan para almorzar juntas. No hay nadie más en el ascensor, por lo que Elena se anima a responder.

–Depende, Victoria. Todos los sueños pueden ser literales o pueden no serlo. Ya sabes: siempre hay que interpretar. Pero no te angusties tan rápido. Cuéntame tu sueño.

Al salir del edificio, Elena lleva su mano a su cuello, subiendo un poco su bufanda. El invierno hoy está especialmente frío.

–En mi sueño mi mamá está acostada en mi cama, recién operada. Sé que ya no está muy bien, no tiene buena cara. Llama a Consuelo, mi nana, y extrañamente le pide que le vea la planta de los pies. Por alguna razón ella sabe que la planta de los pies cambia cuando una persona está a punto de morir. ¿Ya cambiaron?, le pregunta. Mi nana le dice que sí, que ya cambiaron, así es que mi mamá sabe que morirá de un momento a otro. Yo estoy en su pieza y me acerco a verle sus pies. Me doy cuenta de que tiene un moretón en la planta de su pie derecho y la piel suelta. Qué sueño más extraño…

–¿Ahí termina? –pregunta Elena, mientras esperan la luz verde del semáforo.

–No, espera, aún falta –continúa Victoria, ahora ya atravesando la calle.Bueno, sigo. Ahora yo sé que debo despedirme de mi madre y tengo mucha pena. Me acerco a ella y le digo repetidas veces “te quiero mucho, mamá; te quiero mucho, mucho”. Ella me abraza y me dice que también me quiere mucho. Luego le digo que no nos vamos a separar, pues ella estará siempre conmigo; le pido que me ayude desde el otro lado cuando yo se lo pida. Despierto sintiendo mucha tristeza. Elena y Victoria entran al restaurant de siempre, ese que ellas llaman “de las viejitas”, porque su dueña y las cocineras son todas mujeres mayores. Preparan una comida casera que a ellas les encanta. Se acomodan en una mesa del rincón y, luego de pedir el menú de ese día, comienzan con la interpretación.

–¿Qué es la muerte? –pregunta Elena.

–El término de una vida para pasar a una mejor. Suena cliché, pero realmente eso es lo que creo –ríe Victoria. – Está bien. Ahora, primero dime qué es una madre y luego háblame de tu mamá, cómo es ella.

–Una madre es el ser que te da la vida, que te protege y te sostiene. Mi mamá es una persona muy fuerte, se hizo cargo de toda la familia cuando mi papá se alejó. Siempre la he visto muy controlada en sus sentimientos, quizá poco sensible, no sé... Pero he entendido que ha sido por necesidad, se tuvo que echar demasiadas responsabilidades encima.

–Ok, Victoria. Y dime, ¿hay un aspecto tuyo que es muy fuerte, que ha tenido grandes responsabilidades de las que hacerse cargo, y que desde ahí se muestre a veces poco sensible o muy controlada en sus emociones? ¿La “Gran Victoria” quizá? Victoria pone sus codos en la mesa y deja descansar su cara entre sus manos con un hondo suspiro.

 –Hmm… Así es que soy yo, no… Sí, pues, Elena. Sabes que sí. Desde que me separé he tenido que hacerme cargo sola de mis niños y de la casa, con todo lo que eso implica.

–¿Y sientes hoy que esa “Gran Victoria”, la fuerte, la que ha controlado sus emociones, de alguna manera está perdiendo vida para pasar a una mejor?

–Elena toma un sorbo de la copa de vino que se atrevió a pedir ese día.

–Bueno… Últimamente he sentido la necesidad de encerrarme en el baño a llorar, sabes. ¡Es que estoy muy cansada, Elena! –los ojos de Victoria se tornan acuosos. –Son demasiadas las responsabilidades. Y no me quejo por eso, es que sólo quisiera tener un tiempo para mí. Uno o dos días a la semana con una actividad sólo mía. Eso creo que me aliviaría sobremanera.

–Es lo que tienes que hacer entonces, Victoria. Vas a “pasar a mejor vida” si haces eso –Elena ríe. Ahora tienes que acercarte más a lo que quiere tu corazón y dejarte sentir lo que sea que esté en tu interior. Pero no olvides que tu “Gran Victoria”, esa Victoria fuerte, capaz de todo, no te abandona. Ella estará siempre contigo cuando la necesites.

–¿O sea que mi mamá no se va a morir?

–Pues no, yo creo que no –afirma Elena, con su rostro sonriente al ver frente a sí el plato de “leche nevada”, su postre favorito, que le acaban de traer.

Edna Wend-Erdel

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