El Tibet o el ejército chino...somos todos

En estos últimos días he recibido por Internet varias peticiones de firmas para apoyar al Dalai Lama en su lucha por las libertades y derechos del pueblo tibetano. A raíz de este asunto, de plena actualidad, me vino a la memoria un delicioso libro: La Undécima Revelación de James Redlfield. En dicha obra, el autor relata las peripecias de un grupo de personas empeñadas en penetrar en Shamballa desde el Tibet, muy a pesar de las autoridades chinas, decididas a impedírselo.

En mi afán de buscarle siempre tres pies al gato, es decir, las meta interpretaciones, lo que subyace debajo de las apariencias, me vino a la mente que todo lo que estaba ocurriendo en la cresta del mundo era la metáfora de un proceso que todos estamos viviendo en nuestra psique...

No parece descabellado pensar que los soldados chinos que perseguían implacablemente a los exploradores de Shamballa (o a los tibetanos) representan simbólicamente la falta de fe, el miedo a la luz, el escepticismo, los apegos materiales, los juegos del ego. Un ego temeroso de que el acceso a un estado superior de conciencia –representado por Shamballa o por el Tibet- le desmonte todas las estrategias.

En el citado libro, los exploradores lograron al final penetrar en el acotado (energéticamente) territorio de Shamballa, en sus templos, en sus casas. Sin embargo, a cada vez que albergaban el más mínimo temor, pensando en la amenaza que suponían los soldados chinos en su obsesión por hallar la entrada de la ciudad sagrada, casas y templos empezaban a desmoronarse.

Y ello debido a que aquella realidad se sostenía gracias a un campo de energía creado por seres humanos, que irradiaban una mezcla de amor infinito por la humanidad, compasión, inquietud social, solidaridad, alegría, fe, esperanza, sabiduría, entusiasmo. Era el resultado de una creación mental, cuya solidez podía desmoronarse con pensamientos de temor, duda, odio o rabia. Por eso los habitantes de Shamballa no eran muy proclives a dejar penetrar en su espacio gente de fuera, porque podían poner en peligro su sistema. De hecho, se dice que en cada siglo sólo admiten a siete personas del mundo exterior.

En cuanto logramos alcanzar un elevado estado de conciencia y penetrar en los dominios del espíritu, el más leve temor o duda por nuestra parte puede desmontar todo el trabajo que hemos estado haciendo con anterioridad. He podido comprobarlo en numerosas ocasiones en el transcurso de las Terapias de Alquimia Genética. A algunas personas, los cirujanos del astral les practicaron una operación de cirugía psíquica. Quienes creyeron a pies juntillas que eso era posible experimentaron una mejoría espectacular en la dolencia que les afectaba.

En cambio, las que, después de la terapia, permitieron que su psique fuera invadida por los “soldados chinos” (dudas, cuestionamientos, temores etc..), hicieron que se desmoronaran los efectos de la operación astral, volviendo a su antigua dolencia, incluso después de haber sentido que las habían estado cosiendo por dentro.

Para que el espíritu pueda actuar, es preciso mantener un determinado nivel de vibración, si dejamos que se cuelen en nuestra psique los temores, el desánimo, las dudas etc,, perdemos la conexión. Y volvemos al mundo de los “muggles”.

Lo que J.K. Rowling, autora de las novelas de Harry Potter, denomina el mundo de los “muggles” no es otra cosa que el estado Beta de conciencia, en el que las ondas cerebrales se mueven al ritmo de 14 a 35 y hasta 50 herzios. Es el estado de vigilia habitual, que corresponde al funcionamiento del hemisferio izquierdo, el dual, el que razona, argumenta, cualifica, analiza y busca las respuestas por fuera. En cambio, el hemisferio cerebral derecho trabaja con trenes de ondas Delta, Theta y Alpha, que abarcan de los 0,5 a las 14 hz y es el que percibe, el que siente, es el holístico, el que busca las respuestas por dentro.

Según coinciden numerosos maestros de sabiduría, el chakra Sahasrara de la Tierra (el 7), el que se ocupa de la expansión de la conciencia, se situaría en Shamballa. Este chakra representa la madurez psicológica, el holismo, el acceso a lo más sublime, a otros planos de conciencia, el saber reconocer el ser divino en uno mismo y en los demás.

El punto al que quiero llegar es que la recogida de firmas puede llegar a surtir efecto, si se consigue una respuesta masiva, pero no dejará de ser un remedio alopático, ya que actúa sobre los síntomas y no sobre las causas. Un remedio típico de los estados beta (es curioso, en francés bêta significa tontorrón), un remedio que no exige más compromiso que el de apretar un par de teclas del ordenador o echar un autógrafo, si la campaña de firmas se hace a pie de calle.

Pero ¿Qué ocurriría si dejáramos la solución en manos del hemisferio derecho, si actuáramos directamente sobre la causa? ¿Qué pasaría si la energía psíquica que empleamos para alimentar temores, posturas egóicas, rabia etc…, la utilizáramos para tomarnos la vida a broma, para desdramatizar nuestras existencias, para confiar en nuestro potencial y para entrar en contacto con nuestro núcleo divino?

Si un número crítico de seres humanos adoptara esta postura, lo que ocurriría es que desarmaría al ejército chino en su afán de perseguir a los tibetanos y a cualquier colectivo represor/controlador de actividades espirituales. Y este proceso se llevaría a cabo sin ruido de martillos, tal y como fue construido el Templo de Salomón, sin campañas propagandísticas dualistas que suponen la existencia de buenos y malos.

Todo ello nos llevaría a familiarizarnos cada vez más con la idea de que todos formamos parte de un gran cuerpo social, cuya salud depende de la actitud de cada una de sus células. Podemos concluir con una frase típica de las movidas ecologistas: PIENSA EN GLOBAL, ACTÚA EN LOCAL.

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